Arantxa Urretabizkaia. Retratos en blanco y negro

Pamiela acaba de presentar la edición en castellano de Retratos en blanco y negro, de Arantxa Urretabizkaia, anteriormente publicado en euskera (Zuri-beltzeko argazkiak). La traducción es de Fernando Rey y entre los primeros lectores del libro ha estado Aizpea Goenaga, directora del Instituto Vasco Etxepare. He aquí su intervención en el acto de presentación que tuvo lugar en el KM donostiarra:

 

Retratos en blanco y negro

por Aizpea Goenaga

Leí la novela en euskara, la volví a leer en castellano, y tengo que decir en honor a al traductor Fernando Rey, que cuando leí la obra de Arantxa traducida pensé que la estaba releyendo, y que la versión que había leído la primera vez también era en castellano. Fernando ha conseguido poner la voz y el tono de Arantxa en su traducción.

   Arantxari buruz, berriz, Etxepare Euskal Institutik eskertu behar diot New York-eko Graduate Center-en Bernardo Atxaga Katedran aurtengo irakasle gonbidatua izana, Etxepare Euskal Institutuko euskara eta unibertsitate alorreko zuzendaria den Mari Jose Olaziregirekin batera. «Lotan egon diren ahotsak: narrazioa eta haustea egungo euskal literaturan (1975-2010)» izan da bertan eman duten ikastaroaren izenburua, eta bertako ikasleen erantzuna oso baikorra izan da. Además, a finales de noviembre-primeros de diciembre Arantxa acudirá como representante de la literatura vasca en la Feria del Libro de Guadalajara, y estamos convencidos que este libro va a tener una excelente acogida.

   Retrato en blanco y negro, aun siendo ficción, es una novela donde la autobiografía es la base del relato. Es una novela escrita desde la verdad de una niña, de una joven de la posguerra, desde Egia, cerca del cementerio. Contada con su crudeza y ternura vital, con su verdad y sus puntos de vista. Narrada desde el entorno más cercano, la familia, expone los retratos del vecindario, el barrio, los parientes, la política, la sociedad, la figura de la mujer, la amistad, la escuela… Es una novela que engancha y sobre todo que emociona; os recomiendo vivamente su lectura.

   Pero sobre todo es una novela necesaria, para rescatar una memoria reciente. Es además una novela puente, donde se rescata una memoria para los que conocimos aquella época, y sirve de narración para aquellos que no vivieron esos años. Donde narra esas historias, que no somos capaces de contar en casa porque nos aburren; nos aburren los recuerdos oscuros, difíciles, opresivos… Pero seguramente nos aburren porque no acertamos a verbalizar el retrato con la música adecuada. Arantxa lo hace, consigue elegir el momento –la historia– y construir el relato de la posguerra, de los años difíciles de la dictadura, del sufrimiento, de la impotencia, de la vivencia, de la identidad… y lo hace de una manera sutil y  elegante –tal y como describe en el libro a su madre–.

   En esta novela escuchas su historia, que es la nuestra. Pero también es la que queremos contar a nuestros hijos o nietos aunque no encontremos la manera de hacerlo. Me gustó leer esta novela a mi hijo, y disfrutar de la atención con la que seguía la narración: la escuchaba como si fuera mi propia vida. Porque hay algo de la historia de todos nosotros en Retratos en blanco y negro.

   Nos regala retratos de personajes magistralmente contados, y sobre todo descritos con la capacidad de narrar desde aquel punto de vista de 1947 en adelante, desde la mirada de la niña, con una proximidad tan realista que te lleva a vivir esa época en blanco y negro, pero donde las palabras de Arantxa tienen color, porque tienen verdad.

   Conocía a Arantxa cuando tenía algunos años más que la protagonista de su novela. Recuerdo cuando venía a casa para dar clases a mi hermano, la admiración que nos trasladaba nuestra madre hacia ella, porque era una mujer que estudiaba una  carrera, que además trabajaba para poder estudiar, y encima escribía. Era una escritora, una de las «sin sombrero» como las de la generación del 27, con las mismas dificultades de aquellas mujeres intelectuales que han luchado para encontrar su lugar sin conseguirlo. Pero a diferencia de ellas, Arantxa ha sabido ponerse el sombrero. Para mi ha sido un modelo –ya se encargaba nuestra madre de dirigir nuestra mirada hacia el modelo adecuado–. Eskerrik asko, Arantxa.

 

Intervención de Aizpea Goenaga, directora del Instituto Vasco Etxepare.

 

Intervención de Fernando Rey, traductor.

 

Intervención de Arantxa Urretabizkaia.

 

Arantxa Urretabizkaia responde a una pregunta sobre el franquismo.

 

«Lo que quiero contar en este libro tiene su inicio en 1947, y su final en torno a 1960. El elemento fundamental del relato es mi infancia, pero no es eso lo que quiero contar. Es más, hay muchas cosas concretas de mi infancia que no quiero contar, y no las contaré. Otras, sin embargo, se me han olvidado; mi memoria las ha borrado de los márgenes de mi cerebro. Al fin y al cabo, las cosas las recordamos siempre a nuestro modo, según los caprichos del cerebro de cada cual. Esta es mi intención: he situado en mi infancia un visor, con él he hecho unas fotos al pasado y con esas fotos deseo relatar cómo ha sido educada la generación que hoy en día está a las puertas de la vejez, cómo fue su vida en aquella época, aquellos años, en torno a una familia euskaldun, euskaltzale, antifranquista, cristiana y trabajadora que vivía en un humilde barrio de las afueras de San Sebastián.»

Arantxa Urretabizkaia

 

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