Miguel Sánchez-Ostiz. “Lloran a Mandela para reírse de nosotros”

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No hay mejor forma de expresarlo. Así titula Jorge Moruno Danzi su columna de Público, para a continuación abrir su examen de lo que dicen de Mandela los políticos más desvergonzados con una frase de Margaret Thatcher, de 1987: “El CNA es una organización terrorista…quien piense que va a gobernar Sudáfrica vive una fantasía”.
La de Nelson Mandela es, para el primer mundo, la historia del terrorista que acaba convertido en héroe de la Humanidad,  en un bochornoso ejercicio de hipocresía, doble y triple moral, convenciones y conveniencias políticas y sociales. A Mandela lo sacaron de la cárcel no por gusto, sino porque no les quedó más remedio. Fue el ejercicio del poder político y la descarnada e ineludible puesta en escena del Apartheid lo que hizo que el cartel al cuello de terrorista cayera. Al primer mundo no le quedó más remedio que admitir una vergüenza largamente consentida. Aplaudió para acallar su conciencia, premió para lo mismo. El ejercicio del poder trajo consigo el reconocimiento mundial.  Sin poder, Mandela hubiese seguido en la cárcel. Está ya muy dicho: los mismos que hoy le alaban son los que lo tuvieron encarcelado, los mismos que ven en él el símbolo de la defensa de los derechos humanos son los que los violan, no allá lejos, sino aquí cerca, que es obviamente donde más duele, los mismos que cacarean sus virtudes silencian, a la vez que proscriben, su ideología comunista o su defensa de la lucha armada, los mismos que condenan esta, practican la violencia institucional ciega… ¿Qué aplauden y que elogian en Mandela? ¿Qué y cuánto callan? ¿De qué les absuelve sus aplausos?
Unos honores y un reconocimiento que hacen pensar en el poema de Luis Cernuda, Birds in the night:

¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos?
Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable
Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella,
Como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita
Acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno
Que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así cortársela.
Tal vez exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y aplastarla.

Fuente: vivirdebuenagana

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