Peio Esarte. Crítica obligada entre autores diferenciados sobre un mismo tema

Esarte

EL lunes dio comienzo el congreso de la conquista con una reflexión sobre el sentir de los implicados en intervención del presidente del Comité Científico Alfredo Floristán, que disertó sobre los debates generados en torno a la conquista de la primera jornada del congreso. Aunque en su prolegómeno afirma ser “la primera de las sesiones de un congreso que bucea en el pasado para analizar un proceso clave: la conquista de Navarra en 1512”, los resultados del buceo resultan defraudantes.

A pesar de lo pomposo de las promesas sobre “las perspectivas de un prisma tan interpretable como lo fue la invasión en 1512: conquista e incorporación de Navarra a la monarquía de España”, los resultados no corresponden a las esperanzas: “El Gobierno de Navarra no quiere fijar con este motivo una interpretación única y superior de los hechos acontecidos; ni quiere inculcar ideas concretas, ni impartir presiones o directrices; no pretende, en definitiva, fijar contenidos de memoria histórica”, como señaló el presidente del Gobierno de Navarra, Miguel Sanz, durante el acto de apertura del congreso.

Ya el acuerdo de Blois, delata su postura al afirmar que los reyes “Juan de Albret y Catalina de Foix aprovecharon… firmar el Tratado de Blois el 18 de julio de 1512, una alianza defensiva que teóricamente mantenía la neutralidad navarra, pero que de hecho alineaba el reino junto a Francia y contra Fernando el Católico”; es decir, que el agresor aparece como agredido.

El reportaje de Unzué, del que partimos, muestra significativas ausencias en el relato de los hechos. La afirmación de que “en apenas dos meses los soldados que comandaba el duque de Alba se habían hecho con todo el territorio”, obvian la resistencia en la Baja Navarra, a pesar de las masacres allí realizadas. Tampoco se atiene a las razones de la invasión de la Baja Navarra, pues se consigna que fue “al parecer con la intención de invadir Aquitania”, cuando la toma a sangre y saqueo de la Baja Navarra, fue avalada por una previa absolución eclesiástica a los soldados, dispensándoles de los crímenes que cometieran.

En vez de profundizar sobre los hechos sociales y políticos, en lo que denomina “debate diplomático”, se prodiga sobre la controversia dinástica entre 1512 y 1562, las reflexiones de corte nacional y la introspección navarra, en autores franceses y españoles. La responsabilidad del rey Fernando, autor de la orden de invasión militar contra un pueblo indefenso mediante el duque de Alba, y la del papado con sus bulas y absoluciones previas para los crímenes que cometieran los soldados, no es puesta en tela de juicio ni analizada, es decir, se silencia.

La responsabilidad recae en la sociedad navarra, ya que: “La nobleza representaba en torno al 15% de la población de la Navarra de aquel entonces y conformaban un tupido entramado de relaciones de lealtad y fidelidad, que explica la importancia social que tuvo la división entre agramonteses y beamonteses”.

Ante la “invisibilidad de los navarros” como autores, Floristán analizó la percepción de la conquista, según la vieron los castellanos y los franceses. De los castellanos dice que la tratan como “una guerra hispano-francesa y una guerra defensiva contra Francia, la idea de conquista no es relevante, queda oculta”. Y aún añade: “Es una empresa colectiva y popular en la que participan más de cien nobles castellanos, tienen más protagonismo que Fernando el Católico”. La culpa, pues, se traslada, fue de los propios navarros.

Y sigue destacando “la invisibilidad de los navarros, [que] casi ni se les menciona, excepto Zurita y Garibay; y su visión providencialista, lo que ha ocurrido es un designio de Dios”. Ni una palabra sobre los controles estrictos que se debían pasar para publicar libros, cuando basta conocer que Garibay tuvo que publicar su primer libro en Bélgica, o que un siglo más tarde a Ohienart se le prohibió investigar. Hechos imposibles de eludir en una conferencia con el titular presentado.

Y me voy a permitir una dispersión aclaratoria, recogiendo las autorizaciones que necesitaron los jesuitas José Mª Moret y Francisco de Aleson para publicar los Anales de Navarra, escritos además, a petición de los tres Estados de las Cortes de Navarra: 1) una carta a la misma institución para que aprobara el encargo; 2) licencia del padre provincial; 3) la aprobación del doctor Matías de Izcue con licencia del gobernador; 4) la licencia del Ordinario gobernador y oficial principal del obispado; 5) la aprobación del doctor don Baltasar de Lezaun y Andía, provisor y vicario general del obispado de Calahorra; 6) licencia del Ordinario del obispado de Calahorra; y 7) de nuevo la aprobación del Consejo Real y Supremo de este reino. (Las referencias han sido tomadas del tomo V de los Anales).

El criterio mostrado sobre los autores del norte del Pirineo es que frente a la satisfacción y el orgullo predominantes en los castellanos, los franceses escribieron sobre la conquista de Navarra muy tarde, a partir de 1590. Y los descalifica y defiende al rey Fernando: “Los textos franceses son diatribas, insultos que tratan de descalificar al oponente. Describen a Fernando el Católico como violento, sanguinario…, un tirano que sumió a Navarra en el fracaso y la pobreza. Comparten el dinasticismo, Navarra es Francia porque sus reyes legítimos son los de Francia […]. Y es muy notable el esfuerzo historiográfico de estos autores con cierto aroma de victimismo, como Caseneuve, Dupuy […] comparten la hipersensibilidad para algunos temas como las bulas de excomunión, que les ponen muy nerviosos porque piensan que fueron un engaño”.

Sobre la tardanza de los autores navarros para escribir sobre la conquista, Floristán se pregunta por qué lo hicieron tan tarde: “No tengo una respuesta clara o convincente, pero sin duda hay un desfase”. El director del comité científico resalta la desconexión de los navarros con la literatura francesa: “no replican ni rebaten sus textos” (y eso que lo tendrían permitido), y callan en la “asimilación de las justificaciones castellanas” (pues sería porque no les permitían otra cosa).

Dos siglos después de la conquista, sostiene Floristán, los navarros están divididos sobre la interpretación de los hechos. Encuentra el relato de Juan de Sada, autor que no llegó a publicar su relato, como la más original pero minoritaria, y que habla de instauración y de entrega voluntaria a Navarra; del canónigo Argaiz que se refiere a la neutralidad imposible y conquista; y a Alesón, que en 1715 habló de restauración dinástica, como si fuera nuevo o no planteada, “que la cicatriz de la conquista se ha convertido en un signo de honor en el reino de Navarra”. Lo que sitúa los relatos posteriores como invención o algo no sentido hasta entonces.

Floristán concluyó su ponencia enfatizando con todo desparpajo que: “la conquista cambió la historia de Navarra más que la batalla de las Navas de Tolosa, abrió una etapa nueva […] los navarros constantemente reelaboramos y repensamos nuestra identidad colectiva”. O sea, culos inquietos; cualquier día me traslado de universidad para ver si me aclaro.

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Pedro Esarte en Pamiela.com

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