Víctor Moreno. Guelbenzu

feriadellibroSorprende la cantidad de escritores que teorizan sobre novela como si fuesen sus más cualificados sabios y, luego, cuando las escriben son peores que Pérez Reverte y que Marías juntos.

En cambio, conozco escritores que no son capaces de articular una frase acerca de cómo se consigue el punto de vista y la verosimilitud literaria, y las escriben que da gusto leerlas. Lo pertinente sería que, ahora, soltase yo varios nombres de estos últimos novelistas, pero no lo haré, porque son más de diez, aunque entre ellos, lo siento por él, no figure Kirmen Uribe.

¿Por qué esta distancia entre los conocimientos y la propia praxis? Tiene que ser muy doloroso para un escritor, caso, por ejemplo, de José María Guelbenzu, que, conociendo todo lo que hay que saber sobre novela, mucho más que lo que chamulla el académico Francisco Rico y el mismísimo Muñoz Molina, no sea capaz de escribir una novela legible, digna de pasar a la historia de la literatura por méritos derivados del sintagma, y no por la tabarra mediática impartida, con premeditada y alevosa intención, desde Alfaguara, o, lo que es lo mismo, desde Prisa.

Guelbenzu ha teorizado como pocos sobre la verosimilitud literaria. Y, sin embargo, desde su primera novela, El mercurio (1968), ha sido incapaz de mostrar pragmáticamente que sepa lo que es dicho concepto. Tanto que resulta del todo inverosímil que, a estas bajuras de la vida, Guelbenzu escriba una novela creíble. Su última entrega, desde luego, no lo es.

Vistas así las cosas, no extrañará que afirme que “el mercado se inunda en ocasiones de productos comerciales sin valor literario (13.07.2010).

Entendido. Tiene que ser muy doloroso estar en posesión de lo que sea la esencia literaria de una novela y ver que sean los demás, y no uno, quienes las escriban.

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