Miguel Sánchez-Ostiz. Especula que algo queda

Y tiro porque me toca

reyPUESTOS a especular sobre asuntos que, en el fondo y en la forma, desconocemos, me sumo yo también al carro de los doctos. No compromete a nada y puedes lucirte con alardes de conocimiento que dejan a T. E. Lawrence o a Konrad Kyllian como doctrinos. Para siete pilares de la sabiduría, los nuestros, con árabes de por medio o sin ellos.

Truenan en los medios de comunicación las noticias de las radicales medidas que toman los países europeos y los norteamericanos contra el régimen tambaleante de Gadafi, adornado ahora, un día sí y otro también, con el remoquete de dictador, como si hace una semana no lo fuera, y como si su dinero, que es el mismo, fuera más sucio hoy, que antes de que empezaran las revueltas. Sus fieles servidores escapan a la carrera, demócratas sin tacha de la noche a la mañana.

Hace una semana, a Gadafi se le podían vender armas porque, supongo, no era dictador o no tan dictador criminal como ahora. Ahora que ha demostrado lo que podía hacer con las armas que le vendían con gusto, y él compraba y pagaba con ese dinero del petróleo que hoy le bloquean, el fabricante se pone digno y dice que no vende armas para que mate, porque mata, que suele ser lo propio de los dictadores: someter con la fuerza y el ejercicio del miedo y, llegado el caso, matar. Pero esto hace un mes se sabía, aunque no fuera tan público como ahora, porque no era espectáculo. Tan risible payaso de circo entonces como ahora, se sabía que el tendero que suministraba barriles de petróleo podía matar y tenía sometido por la fuerza a un país con el que comerciaba todo el que podía y era pagado con ese dinero que, horror, hoy se ha convertido en sucio, como los billetes con los quelos charlatanes africanos timan a los codiciosos. Ahora, cuando el amo de la barraca puede cambiar, hay que cambiar de clientela y de tendero, y otros de dueño. Gadafi lleva la misma vestimenta extravagante, pero está perdiendo el poder de abrir y cerrar el grifo del crudo.

Comentar esto es innecesario. Porque ¿qué sabemos nosotros de la alta política? Nada. Eso es lo que vinieron a demostrar los papeles de Wikileaks, la empresa de Assange, cuya caída está ya muy gastada y suscita un interés de verdad relativo, naufragando en su particular batalla judicial.Ya ha pasado y hasta el vendaval que levantó se ha ido apagando, relativizando, las aguas negras, servidas, vuelven a su cauce de siempre.

Otrosi digo, que menudo marrón el de la exalcaldesa de Lasarte-Oria, Ana Urchueguía,del partido socialista, y la danza de millones que, según las informaciones publicadas hasta ahora, le habrían permitido comprar una fabulosa finca en Nicaragua (un millón de metros cuadrados) con la cobertura de distintas ong y con dineros procedentes de no sé qué bailes oficiales, o propios que algún origen tendrán.

Marrón para ella que va a tener que explicar muchas cosas, con y sin abogados, y marrón para las ong que, en general, salen dañadas de éstas y otras noticias parecidas, dado que no son pocas las que están bajo sospecha permanente, cosa de la que no se habla nunca. ¿Estará haciendo la Urchueguía negocios en Chile y en Perú donde leo que representa de manera oficial al gobierno vasco, socialista? ¿Ha ido en realidad allí a hacer negocios? ¿Por cuenta propia o ajena? ¿Quién paga sus pasajes de ida y vuelta para asistir a los plenos municipales de Lasarte en Gipuzkoa? ¿A cuánto asciende el monto de ese beneficio extraordinario? ¿Es lo propio de los políticos hacer negocios que les aseguren el bienestar una vez se retiran de la empresa de la cosa pública? ¿Tiene o no tiene la terrateniente una ganadería con marca propia conseguida en el marco de su militancia política socialista?

Algo tendrá que decir Patxi López de esta trapisonda. ¿O no?

Me gustaría saber con certeza si el ejercicio del poder es algo que se sube a la cabeza sin remedio, porque al menos lo parece, y si va por fuerza acompañado de esa embriaguez del intocable, de esa arrogancia, de ese sentimiento de impunidad, de no tener que responder ante nadie ni ante nada. Ejemplar esta Urchueguía, ejemplar.

También me gustaría saber si, indefectiblemente, la función pública conduce al enriquecimiento de sus devotos servidores, amantes siempre de las grandes palabras, los discursos ampulosos, y si eso no tiene remedio alguno.

Y si toda la información facilitada sobre la terrateniente Urchueguía es falsa, ¿cuál es la explicación convincente de los hechos? ¿La tiene o necesita cobertura política y hasta judicial del partido socialista? ¿Calumnia que algo queda también aquí o una elemental exigencia de transparencia política que nadie en el poder parece estar dispuesto a facilitar? ¿Es falsa su inscripción de propiedad debidamente certificada que se publica? Es posible que esa avispada mujer de negocios tenga muchas cosas que explicar que no va a explicar, de esto estoy convencido. Ojalá me equivoque.

Hay rasgados de vestiduras que recuerdan al apólogo aquel protagonizado por la víctima de un robo que al salir corriendo, detrás de quien le ha despojado, al grito de “¡Al ladrón, al ladrón!” es llevado a los tribunales por difamación.

Otrosi segundo digo, no solamente un bote de pesca, llamado Kantauri, es para un reportero inmoral la huella indeleble de las Fuerzas del Mal y del horror de ETA, sino que a Camacho, entrenador de Osasuna, le han rescindido el contrato bajo las presiones del entorno abertzale, etarra, según la doctrina de nuestro más alto tribunal y de sus paladines. Camacho ha sido sustituido no porque el equipo no ganara los partidos que debería haber ganado, sino por españolista, por español, por enemigo: leña de primera para la caldera de la manipulación mediática con el vapor a cien, y pitando. Y de manera impune, deportiva. Impecable pretexto para exigir medidas, castigos, escarmientos, un demonio al que zurrar sin riesgo alguno, al revés, con réditos asegurados, para que la función circense del rejón político no se detenga jamás.

Miguel Sánchez-Ostiz

Información del autor y libros en Pamiela.com

http://vivirdebuenagana.blogspot.com/

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