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xamar

«Llevamos siglos dando vueltas a una serie de tópicos falsos que han tratado de explicar las 'anomalías' del euskera y su comunidad lingüística», afirma

Juan Carlos Etxegoien, 'Xamar' -de la casa Xamarrenea de la localidad navarra de Garralda-, ha constatado en los años que ha dedicado a la docencia que, por mucho que hablemos en torno al euskera, la «gente normal» tiene mucha menos información sobre la lengua y su historia de lo que pudiera parecer. Tras Orhipean, el país del euskera, editado inicialmente en euskera y traducido al francés y al inglés, ha publicado Vascos. Su lengua a través de la historia (Pamiela) -la versión en castellano del exitoso Euskara Jendea- una aproximación a la evolución de la lengua de los vascos a través de la historia.

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- Llama la atención que a estas alturas sea necesaria una obra de esas características. Y que se pueda constatar que apenas tiene precedentes.

- Es innegable que en este país la investigación ha avanzado mucho, y que hay muchos estudios y muchas tesis, pero quedan para los especialistas y no llegan a la gente que podríamos llamar «normal», a quienes también podemos tener interés en conocer lo que nos es propio. Hay cantidad de historias que son parte de nuestro acervo cultural y que ignoramos, y este tipo de libros divulgativos, que están muy arraigados en el mundo anglosajón y a los que soy muy aficionado, tienen precisamente la función de dejar en manos de un lector normal datos de interés que le van a dar una visión más completa del país.
 
- ¿Donde no hay información encuentran terreno abonado para crecer los mitos y los prejuicios?
 
- Efectivamente. En el caso del euskera, llevamos siglos dando vueltas a una serie de tópicos relacionados con las dos anomalías que caracterizan a la lengua y a su comunidad lingüística: el hecho de que sea una lengua gramaticalmente aislada, que hasta donde sabemos no está emparentada con ninguna otra, y que, por otro lado, haya sobrevivido como comunidad lingüística viva desde la Prehistoria.
 
- Uno de los tópicos que más deplora es el referido al supuesto aislamiento del euskera como modo de explicar su pervivencia.
 
- Así es. La supervivencia del euskera se ha explicado diciendo que éste ha sido un pueblo salvaje y aislado y eso, evidentemente, es falso. Nos hemos quedado con ese tópico que, como todos, es muy difícil de borrar, y siempre hemos oído que hemos sido un país aislado, como si estuviéramos en medio del Océano Pacífico. Pero hoy en día sabemos que incluso las culturas que están realmente en medio del Pacífico han tenido influencias, porque no existen pueblos aislados, y los que lo están desaparecen. Ese, desde luego, nunca ha sido nuestro caso, ya que hemos estado y seguimos estando en una de las dos autopistas -la otra está en Cataluña- que existen entre la Península Ibérica y el continente europeo. Eso era así en tiempos de los romanos y lo sigue siendo en nuestros días.
 
- ¿Cuál es, entonces, la clave de una supervivencia que objetivamente podría parecer un tanto anómala?
 
- Precisamente la tendencia contraria al aislamiento: el hecho de que esta comunidad lingüística ha sabido en cada momento de la historia adaptarse a las circunstancias que le tocaba vivir, adaptando las nuevas aportaciones sin abandonar sus raíces. Esa realidad me parece mucho más interesante que los mitos. De hecho, todas las culturas son así, y ésta en concreto ha ido adaptándose y cambiando, definiéndose a sí misma como el país de la lengua vasca y de las gentes del euskera. Tenía una forma de ver el mundo que ya puede darse por perdida, pero no ha sucedido lo mismo con la lengua, pese a que siempre ha estado en contacto con otras lenguas y otras culturas.
 
- El desconocimiento al que se refiere afecta a una cuestión muy sensible, la lengua. ¿Concede eso una especial prioridad a la necesidad de establecer una visión lo más objetiva posible de un asunto que es a menudo objeto de polémica?
 
- No estoy muy seguro de que la total objetividad sea posible, pero creo que la mejor forma de defender un país es conocerlo. Considero que todos los discursos que se estructuran en torno a las lenguas son legítimos aunque algunos, personalmente, no me parezcan ni reales ni justos. Por eso tenemos que conocer la historia, y por eso he hecho un esfuerzo por trazar dentro del libro una especie de línea paralela con testimonios de gentes de distintas épocas, con testimonios de viajeros extranjeros que, en principio, no deberían tener prejuicios. Y menos hace 300 años...
 
- Uno de los aspectos que más mitos y tópicos ha generado es el referido al origen del euskera, un enigma que sigue provocando curiosidad, especialmente fuera de aquí.
 
- Es normal, porque en Europa casi todo está explicado, salvo qué es lo que había antes de las lenguas indoeuropeas. En ese sentido, en el libro se cuenta qué es lo que están diciendo en el mundo sobre nosotros. Por ejemplo, el trabajo que está haciendo National Geographic a través del proyecto Genographic, al que aquí, por cierto, se le han dado bastantes palos. Uno de los retos que se plantea el proyecto, que tiene un alcance mundial, es intentar saber si por medio del análisis genético pueder haber alguna posible solución al enigma vasco, lo que ayudaría a responder a otras muchas preguntas. Se sigue trabajando en el asunto especialmente fuera de aquí, aunque algunas líneas de trabajo son bastante endebles, porque en la actualidad son los de fuera los que más importancia le dan a esa cuestión.
 
- Hoy en día, ¿resolver esa enigma se percibe como esencial por la comunidad lingüística del euskera?
 
- Yo creo que no. La incógnita sigue ahí, pero ya no es necesario apelar a una especie de «pureza de origen» para legitimar un discurso sobre la lengua. Es comprensible que en algún momento fuera necesario, dada la situación que atravesaban la lengua y el país, pero hoy se puede legitimar cualquier posición sin la necesidad de decir que Adán y Eva hablaban euskera, algo que de hecho se dijo en un tiempo. Entonces pudo ser útil y hasta lógico, y no sólo lo fue en el caso del euskera. El mito de Túbal, que asignaba orígenes míticos a los vascos, también estuvo muy extendido en Castilla, pero desde su perspectiva. Hoy muchas de esas teorías son meros mitos históricos, y el hecho de que no resulte necesario recurrir a ellos es un síntoma de normalidad.
 
- Durante dos años se ha especulado con la posibilidad de que Iruña-Veleia iba a aportar luz sobre esas cuestiones, y parece que al final las revelaciones han acabado en fiasco. ¿Cómo valora ese episodio?
 
- Creo que puede resultar perjudicial, porque es posible que desprestigie a la gente que en este país trabaja con rigor sobre ese tipo de cuestiones. En cualquier caso, no soy quien para opinar sobre un tema en el que creo que también hay muchos intereses económicos.
 
- Si tuviera que añadir a su libro un capítulo referido al futuro, ¿cómo lo orientaría?
 
- Qué difícil... Diría que la lengua está salvadísima, y que el problema radica en una comunidad lingüística que no lo está todavía, porque es una comunidad a la que los tópicos, los prejuicios y algunos discursos contrarios le dificultan vivir en su lengua. Y, una vez más, creo que la clave está en el pasado: en seguir adelante, pero sin complejos, abiertos a lo que viene y adaptándonos a las nuevas circunstancias, haciendo lo que hemos hecho históricamente en la tierra del euskera. Lo que ocurre es que esa comunidad lingüística -que no es únicamente la comunidad que sabe euskera, sino que quiere vivir en esa lengua en su territorio natural, no en ningún otro- debería tener las condiciones adecuadas para poder hacerlo, condiciones que todavía no se dan. Y los intentos en ese sentido se interpretan muchas veces en clave de imposición, a pesar de que se trata simplemente de ejercer un derecho, porque está todo muy distorsionado por los discursos políticos. Yo, en cualquier caso, creo que es una cuestión de justicia. Es cierto que cuando una comunidad lingüística no tiene todos sus derechos, para conseguirlos deben producirse ajustes, y otra puede percibir que pierde algunos, aunque tenga un amplísimo territorio en el que los tiene en exclusiva, lo que garantiza su pervivencia. No podemos decir lo mismo de la comunidad lingüística del euskera.
 
- Ha vinculado la comunidad lingüística a un territorio, pero hay más de 2.000 personas estudiando euskera en todo el mundo, sobre todo en los países en los que ha habido una fuerte presencia vasca. ¿No le llama la atención esa especial vinculación con la lengua?
 
- Sí, es significativo que la gente haya mantenido esa vinculación perteneciendo a la segunda, tercera e incluso cuarta generación de descendientes de vascos que emigraron a América y sin haber estado nunca en Euskal Herria. Es cierto que en muchos países de ese continente la búsqueda de las raíces es una especie de deporte nacional, pero es que aquí hacemos las cosas al revés... Empiezas a estudiar euskera y lo primero que te preguntan es por qué y, sobre todo, para qué. Hace veinte años, me llamó mucho la atención que en Londres un amigo mío diera clases de euskera a un grupo de ingleses de distintas procedecencias que no tenían ninguna relación ni con nuestra lengua ni con nuestra cultura. Entre ellos estaba, por cierto, el director de compras de la Biblioteca Británica, que todos los años venía a Durango a comprar las novedades en euskera. Para ellos era normal lo que para nosotros no lo es. Más allá de los porqués meramente mercantiles, estudiaban euskera porque tras él había una cultura que despertaba su interés. Sin más.

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