Orígenes del Estado Laico

El término laicismo se asocia con anticlericalismo y a sus partidarios se los califica como ateos, irreligiosos y antirreligiosos. Se sostiene que el huevo del laicismo lo incubó la Ilustración y sus pensadores, siendo las revoluciones liberales quienes rompieron su cascarón.

Ejemplo depurado de esta perspectiva lo encontramos en las encíclicas papales de Pío X, Pascendi Dominici gregis (8.9.1907), y la de Pío XI, Quas primas (11.12.1925), respectivamente.

En la de Pío XI, se dice”: “Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos”.

A continuación, ofrece una síntesis histórica de su evolución: “Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados”.

No decía Pío XI que el virus de esta peste se incubó en el cerebro de pensadores tan buenos cristianos y creyentes como su sacratísima eminencia.

Marsilio de Padua (1274-1349) y T. Hobbes (1588-1679 no fueron anticlericales, ni antirreligiosos, ni ateos. Nunca nombraron la palabra laicismo en sus escritos. A pesar de ello, la mayoría de las cualidades que Pío XI atribuyó al apestoso concepto estaban en la obra Defensor de la Paz, de Marsilio, y en Leviatán, de Hobbes.

Para ambos filósofos, la legítima institución política, fuese monarquía o república, no se basaba en la revelación divina. Derivaba de la comunidad, excluyendo todo poder distinto del justificado racionalmente. Rechazaban que la religión sirviese como fundamento del poder clerical. Este no era ningún poder, ni civil, ni religioso, ni político. Solo servía para enseñar su credo y esto con permiso del Estado.obispos

Nos han acostumbrado a hablar del poder temporal y del poder religioso, como si siempre hubiera sido así. Fue la beligerancia mostrada por la Iglesia en el terreno temporal, la que llevaría a Ockham (1285-1347) a defender un dualismo potestativo, basado en unas relaciones amistosas entre el poder de la cruz y el poder de la espada. Tesis que, con el tiempo, se haría uña y carne en ese contubernio del crucifijo y el cañón.

Sin embargo, Marsilio y Hobbes rechazaron este planteamiento y negaron que la iglesia tuviera tener poder político en el gobierno de las ciudades. El de Padua sostendrá que el poder del Papa y los obispos es “solapada usurpación de jurisdicción”, “invasión de competencias” e “insidiosa prevaricación”. Hobbes añadirá que “todo poder que los eclesiásticos asuman como derecho propio, aunque lo llamen derecho divino, no será sino usurpación”.

No estaban a favor de armonizar ambos poderes, sino que defendían que el brazo eclesiástico estuviera subordinado al poder civil, porque aquel no era ningún poder. Para Marsilio, solo había un poder, el poder civil y “los conflictos nacen de creer que hay dos poderes”. En esto resulta taxativo: “No puede haber más que una autoridad, la civil, y su fundamento no es religioso, sino político.”

Hobbes diría que, por creer que existe un poder religioso por encima del poder temporal, “el titular de ese poder religioso se cree legitimado para suspender o revocar según su deseo todas las humanas ordenaciones y leyes”. Sin embargo: “No hay más gobierno en esta vida, ni Estado, ni religión, que los temporales. Si se cae en la trampa y se admiten dos fuentes de poder, habrá necesariamente facciones opuestas y de ello se seguirá la guerra civil, dentro del Estado, entre la Iglesia y el Estado, entre los espiritualistas y los temporalistas, entre la espada de la justicia y el escudo de la fe; y habrá disensión dentro de cada hombre, entre el cristiano y el hombre”.

Hobbes consideraba que “la distinción entre poder temporal y espiritual es mera palabrería”. Admitir esta distinción traerá consecuencias catastróficas, porque “si el poder civil debe sujetarse de algún modo al espiritual, quien tiene el supremo poder espiritual tiene el derecho de mandar sobre los principios temporales, y de disponer en sus medidas temporales subordinándolas a las espirituales, lo que resulta además de peligroso, ininteligible desde la identidad de la comunidad y de la autoridad civil”. Thomas_Hobbes_(portrait)

Tanto para Hobbes como Marsilio “el clero ha constituido siempre un peligro para la paz, por lo que hay que controlar el uso que hacen de la religión los sacerdotes, que son parte funcional del Estado”. Son parte, y no un poder aparte.

El pensamiento de Marsilio de Padua, probablemente el primer teórico del Estado Laico, fue censurado y arrojado a la cripta del silencio. En cuanto a Hobbes, se le recuerda como fundamento del absolutismo político y valedor de la violencia del Estado, pero no sus “tesis laicistas”, que eran el cenit del pensamiento del propio Marsilio de Padua.

 

 

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