Víctor Moreno. Así no vamos a ninguna parte

carretera¿Qué se quiere decir cuando se dice «así no vamos a ninguna parte? Repárese en que se trata de una frase hacia la que todo el mundo siente una inevitable y morbosa inclinación. Se oye en la familia, en política, en los sindicatos, en el Parlamento y en la conversación callejera: «Tío, así no vamos a ninguna parte».

Tal vez el origen del uso mayoritario de esta expresión radique en que no quiera decir absoluta y realmente nada. Las palabras como los animales y las personas enferman y mueren. Pierden el vigor significativo que en tiempos pasados tuvieron.

Quizás, nos hallemos ante un comodín lingüístico muy querido por todos, porque ahorra reflexión y cultiva la pereza. Al usarlo nos excusamos de todas aquellas explicaciones que debiéramos hacer para hacernos entender de verdad (si tal caso es posible y uno quiere decir la verdad).

¿Qué se quiere decir cuando decimos «así no vamos a ninguna parte»?

La expresión contiene tres elementos básicos.

El así. Como todo modificador adverbial goza del atributo de lo circunstancial, de lo efímero y de lo cambiante. Aunque por su categoría gramatical debe estar supeditado al verbo, del cual es un agregado o subalterno, en muchas ocasiones, es él, el así, el que determina fatalmente el contenido del verbo.

No basta con ser y existir, aparecer y estar, ir y venir. Es preciso hacerlo de una determinada manera, «así», si no, no hay tal ser, no hay tal existir, ni tal ir o venir. Las formas, los adverbios, se han comido sustancialmente a los verbos. La condición de ser no basta para afirmarse como tal ser, no es suficiente porque no es «asá», es «así».

El mismo status de pensar no es tal status, sino es «así». Por eso hay intelectuales «así» e intelectuales «asá». Demócratas «así» y demócratas «asá». Reformas laborales “así” y más “así” todavía.

En estos tiempos, «asá» es sinónimo de anormal, de mala persona, de intolerante, de irrazonable, de violento. Pero los contenidos de normalidad, de bondad y de tolerancia han sido previamente codificados por quien tiene el poder de dotarlos de significados «así”, y no de otra manera. Las otras maneras son taxativamente condenadas.

No se pueden decir las cosas más que de forma constructiva o instructiva. No se puede atentar contra la libertad que goza el poder para amordazar la expresión o el pensamiento. No existen más caminos para solucionar los conflictos colectivos que el «así» institucional («así» en este caso significa por principio de autoridad, cada vez más localizada en la región del bajo vientre).

En fin, gracias a la patente del «así» existen menos espacios para el divergente, para el que, como Bartleby, dice “prefiero no hacerlo”.

Como si hubiese una única manera de amar a la madre, al padre o a santa democracia. Como si todos tuvieran que mirar por el mismo ojo. Como si todos tuviéramos que leer el mismo libro y extraer de él la misma lección. Como si todos tuviéramos que amar y ser amados de la misma manera.

El «no vamos».

Resulta gracioso oír esta retórica frase en boca de quien te reprocha tus modales dándote a entender que va en el mismo barco y en el mismo viaje que tú.

Vivimos en una época en la que ya ni todos los barcos son iguales -aunque se pretenda confundirlos demagógicamente- ni todos los viajes conducen al mismo puerto de secano, allá en Roma.

Por tanto es un insulto que te involucren en un plural cuando ni somos compañeros de viaje, ni lo queremos ser. Cada uno elige sus compañeros, porque sabe que el viaje es largo y la compañía es fundamental para que aquel sea bueno y dulce.

El «a ninguna parte». Lo primero que me gustaría saber es si hay que ir a alguna parte concreta. Y por qué precisamente a ésa y no a otras o a ninguna.

¿Es más feliz el que va a alguna parte que el que se limita a vivir sin ninguna meta concreta, sin ningún horizonte?

En general se piensa que el viaje tiene una meta distinta a la del viaje mismo. ¿No son ambos lo mismo, la misma sustancia? ¿Que la distinción cartesiana entre lo primero y lo segundo lo único que engendra son esclavos y amos? Usted mismo.

Lo llamativo de la frase que comento es que presupone que se debe ir necesariamente a algún sitio concreto. Y que es preciso hacerlo en grupo o en manada. ¿Por qué no hacerlo solo, sin más ayuda que la propia experiencia, la propia razón y el propio viaje?

El hecho de que te coloquen delante de las narices la meta del viaje resulta algo más que sospechoso. Es la convicción de que la condición misma de viajar está desvirtuada por el modo en que te obligan a hacerlo.

Así que, ¿para qué ir alguna parte?

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