DE ORTOGRAFÍA


Para unos, la ortografía es rémora para la inteligencia lingüística y por lo mismo habría que jubilarla, como pedía García Márquez en el congreso de Zacatezas, en 1997; para otros,como Darío Villanueva, director de la RAE, sin una ortografía esplendorosa no se puede ir a ninguna parte; menos aún a unas oposiciones para maestro, porque el suspenso está más que anunciado.

Hoy sabemos que la buena ortografía depende, entre otros factores, de la competencia lingüística, que es resultado de un desarrollo óptimo de  la competencia lectora y de la competencia escrita, además de la competencia metalingüística -esa capacidad que reflexiona sobre la lengua que uno utiliza cuando escribe y cuando habla, para saber si lo hace de un modo competente, eficaz y, en ocasiones, de forma literaria. Pero conviene indicar que es la voluntad del hablante la condición esencial para ser competente. Sin ella cualquier ortopedia didáctica se vuelve inútil.

Si la buena ortografía se relaciona con el desarrollo de tales competencias, habría que inculpar, caso de hacerlo, a su déficit, y no a las redes sociales que, según dicen, han invadido todo de negrura gramatical. Las redes serían efecto, nunca causa. Y, desde luego, utilizar las redes sociales para mostrar la pésima formación lingüística que el individuo recibe a lo largo de su periplo curricular y culpar por ello a los maestros, es tan injusto como disparatado.  

La incompetencia ortográfica de los individuos no es solo unsigno del fracaso del sistema educativo. La ortografía nunca ha cotizado en laBolsa de los valores apetecibles de la sociedad. A la sociedad le importa tres pepinos la ortografía. Por esta razón, que es más que suficiente, ya puede la escuela esmerarse en hacer virtuosos Nebrija de su alumnado que la sociedad en una legañada los hará trizas. La ortografía no tiene ningún prestigio social. ¿Aquién se le exige escribir correctamente para acceder a un puesto de trabajo? Ymejor que sea así, porque, si no, estaríamos todos en el paro.

El aprendizaje lingüístico no se reduce únicamente a dominarla ortografía, ni a disecar oraciones.  Se puede escribir correctamente y no decir nada. Y al revés. Escribir textos con errores y conseguir que, no solamente sean calificados como literarios, sino premiados por un hipócrita establishment que solo ve la paja en ojo ajeno, pero no la viga en el propio.

Es cierto. Aunque los objetivos de leer, escribir y pensar lingüísticamente forman parte de las programaciones escolares, rara vez reciben un desarrollo pragmático en las aulas. Las prácticas lectoras, de escritura yde reflexión metalingüística dejan mucho que desear. De hecho, el mayor déficit del sistema educativo actualmente es la escritura. Y, si escribir no figura entre los objetivos del sistema educativo, tampoco habrá necesidad de hacerlo de ninguna forma, correcta o incorrecta.

Lo que importa es que una persona, además de salir del sistema educativo con una ortografía aceptable, es que adquiera una predisposición responsable y ética hacia el uso de la lengua, tanto hablada como escrita. Y dispuesto a mejorar su formación lingüística, porque esta es de larga duración, para toda la vida.  Recuerden al escritor Karl Kraus, cuando en el lecho de muerte, al oír la noticia de que los japoneses habían invadido Manchuria, dijo: «Nada de esto habría sucedido si hubiéramos sido más estrictos en el empleo de la coma».

Bromas metafísicas aparte, diré que, si alguien desea escribir correctamente sin faltas de ortografía, nada se lo impide. Si no lo hace, será porque no querrá.

Es muy fácil culpar al sistema educativo de su incompetencia ortográfica. Es posible que en un primer momento la tuviera, pero sería ridículo culparlo después de haber abandonado la institución escolar hace un porrón de años.  Pensemos. ¿Qué interés tiene una persona en escribir correctamente si en su vida ordinaria no tiene necesidad alguna de escribir, ni siquiera la lista de la compra?  Y, cuando lo haga, nada le importará escribir huevos que huebos.

El desarrollo de la competencia lingüística está ligado aformas autoritarias de enseñar la lengua. Mientras esta enseñanza no se convierta en un aprendizaje cálido y significativo, poco se mejorará esa competencia. Si una persona no encuentra en sí misma motivos para escribir, es inútil cualquier enseñanza de la ortografía y de la pasiva refleja. Cuando se siente la necesidad de escribir, no es necesario apremiar a nadie para que lo haga correctamente. Surge motu proprio, sea alumno de secundaria o profesor aspirante a una plaza.

Nuestro sistema autoritario de enseñanza considera que el aprendizaje  de la ortografía se aprende por ósmosis o por el habitual sistema conductista, estímulo y respuesta, por el que se enseñan verbalmente la mayoría de los conceptos de cualquier materia. No existe tal milagro. Cualquier aprendizaje requiere una interiorización afectiva e intelectual personal. La ortografía, también. Si una persona no sientela necesidad de escribir, le dará igual utilizar la j que la g, la v que la b.

En estas circunstancias, aunque el profesorado conozca los procesos intelectuales que se concitan en este aprendizaje y  los  aplique, nada conseguirá de un alumnado que no ha interiorizado dicha necesidad por los motivos que sean.

Algunos bienintencionados aseguran que la mejor manera de adquirir una buena ortografía consiste en leer. Si fuese así, explicaría muy bien la situación actual de orfandad ortográfica. En la mayoría de las aulas, las prácticas lectoras no existen. Menos mal que la correspondencia entre leer y tener buena ortografía no es del todo exacta. Para que lo fuera, habría que leer como escritor, una modalidad de lectura que, tampoco, abunda en los predios escolares.

 La buena ortografíadel alumnado y la de los futuros opositores a maestros, a médicos, arquitectoso ingenieros, requiere un planteamiento interdisciplinar. Bien sabemos que no todos los profesores lo son de lengua, pero ninguno de ellos, sean de matemáticas o de física, se libra de usarla para transmitir sus conocimientos. Por tanto, como cualquier otro objetivo didáctico, el de la ortografía, sobre todo, si se le da importancia académica, tendría que formar parte del aprendizaje interdisciplinar en todas las áreas del currículum. Pues su uso correcto y funcional afecta a todas ellas. Si no, estaremos abocados a corregirla y puntuarla sin enseñarla, algo, por desgracia, muy habitual.

Además, el ejemplo que nos dan las autoridades gubernamentales educativas no es nada ejemplar. No, no lo digo porque muchos de sus funcionarios cometan cantidad de errores gramaticales en sus escritos. Solo quien usa la lengua cae en ellos. Seguro que los analfabetos no los cometen. Por eso, decir, como dice el director de la RAE, que en el franquismo se cometían menos faltas de ortografía que hoy, suena a sarcasmo. 

Lo decía por elhecho de que ya es hora de que las autoridades educativas encarguen a los expertos una investigación sobre este particular, deparándonos un método para hacer del ciudadano un ciudadano ejemplar, ortográficamente hablando.

Caso de que exista dicho método, claro.

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CALLES, MONOLITOS Y MAUSOLEOS

El día 29 de septiembre de 2018, conmemoramos el día de la Memoria Histórica dedicado a recordar a las mujeres que los falangistas y carlistas de Villafranca raparon el pelo al cero el día 2 de septiembre de 1936 en los locales de la Falange, Calle Mayor nº 61, domicilio que anteriormente había sido la casa del Pueblo de la UGT y que los golpistas del pueblo incautaron como hicieron con otros inmuebles de valor.

En total fueron 35 mujeres a las que se las vejó y humilló públicamente como jamás se había hecho en el pueblo, si exceptuamos el mismo hecho perpetrado en noviembre de 1834 en la Primera Guerra Carlista contra las mujeres liberales de Villafranca.

 

 

Al mismo tiempo, se commemoraría el triste recuerdo del asesinato y la violación de Carmen Lafraya -también rapada-, junto con el asesinato de su padre Esteban, el día 29 de septiembre de 1936 en Cadreita. La vox pópuli ha señalado siempre que en dicho acto de barbarie  participaron de Villafranca José Burgui, alias Gary Cooper, y el coadjutor de la parroquia Luis Igoa, además de dos individuos de la localidad cercana de Milagro (Navrra).

Nada más conocerse la noticia de que se dedicaría una plaza a CARMEN LAFRAYA, la Piti o la Mainata, escuché de pasada a varias personas expresando su malestar por dicha dedicatoria. Preciso. Por la dedicatoria, no por el asesinato de Esteban y de su hija Carmen. Una lamentación que nunca he escuchado en boca de los herederos ideológicas de quienes mandaban en 1936 en Villafranca.  Exigimos que lo pida el Gobierno, UPN y Diario de Navarra -que estos tampoco lo han pedido-, pero ¿cuándo saldrán a la palestra haciéndolo quienes de alguna manera son herederos morales de lo sucedido en 1936?

Si repasamos los artículos que escribieron en periódicos como El Pensamiento Navarro y Diario de Navarra, veremos ahí los nombres y los apellidos de  quienes justificaban y jaleaban dichos asesinatos, gente del pueblo que a sí mismo se llamaba corresponsales. Sus descendientes no son responsables directos de aquella masacre, pero si no condenan aquellos actos, tendrán la consideración de responsables morales.

En cuanto al malestar aludido, transformado en reproche, podría traducirse de este modo: “Los que defendéis la Ley de la Memoria Histórica exigís que se destruyan los signos del franquismo, pero no os importa poner nombres de plazas y levantar monolitos a los republicanos. Al final, sois todos iguales”. Y dicen “a los republicanos”; nunca a “los republicanos asesinados”.

La acusación proviene de familiares descendientes de los vencedores de la guerra, pero también de nietos de republicanos represaliados, asesinados o no, que han decidido aparcar lo sucedido con sus familiares, actitud idéntica a la del primer gobierno de Rajoy cuando suprimió la Oficina de Víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura, en marzo de 2012, porque, como dijo un gerifalte del PP, “todo esto de la memoria histórica huele a revival de naftalina”.

Es una inculpación que conviene reflexionar sobre ella. En este caso, la abordaré con una pregunta: ¿por qué recordar y honrar mediante nombres de calles y monolitos a la memoria de las víctimas de 1936, no es lo mismo que recordar y honrar mediante monolitos, nombres de calles, figuras ecuestres y monumentos, como el monolito dedicado a los Caídos de Villafranca, o el Monumento a los Caídos en Pamplona, dedicado a honrar la memoria de militares golpistas y a los soldados de quienes murieron por Dios y por España, con la consideración de mártires de la Patria?

Antes de responder, recordaré algunos hechos relacionados con esta temática.

Históricamente, Villafranca no ha sido muy propicia a poner nombres de personas a sus calles. Menos aún, dedicarle monolitos.  Más que inclinada a poner nombres de personas –antroponímicos-, lo estará por la toponimia –nombres de lugares, como lo fue la antigua denominación del pueblos, Alesués -con significado de altozano frío. hasta el siglo XIII.

En el primer censo, que data de 1849, aparecen nombres como calle Alta, Azadón, Ancha, Del Pozo, Caracol, Romero, de la Luna, de la Pelota, del Circulo, de la Lechuga, del Cablero mayor, de los Carreteros, de las Ocho Esquinas, de los Carros del Sol… Y con el tiempo: Crucero del Hospital, Muchos, Procesiones, Verde, Rosas, Rejas, Carnicerías, Crucero Ancho, Crucero Estrecho, Corralillos, el Portillo, El Castillo, Quintana, el Mesón, Procesiones… entre otros.

 

 

 

 

 

 

 

 

Iniciado el siglo XX, el Ayuntamiento se estrenará bautizando tres de sus calles con nombre de personas, contraviniendo su tradicional asepsia ideológica.  Serían: Martínez de Arizala, Marqués de Vadillo y Fernando Calahorra.

Dedicar una calle a los Martínez de Arizala resulta ser un hecho tan curioso como paradójico, porque Villlafranca desde el siglo XVII había mantenido procesos judiciales contra esta familia, al frente de la cual se encontraba Juan Martínez de Arizala, vecino de Mendigorría, caballero de la Orden de Calatrava, casado con la villafranquesa Catalina de Iracheta, y dueño de los territorios de Casanueva y Corbaran. El conocido palacio de Bobadilla perteneció en primera instancia a los Martínez de Arizala. La denominación actual de la calle Martínez de Arizala hace referencia a una hija de la familia, Conchita Martínez de Arizala Sabater, la cual entregó al Ayuntamiento una generosa cantidad de duros para la construcción del nuevo hospital y el reforzamiento del atrio, cediendo parte del espacio, que en esa época estaba llena de árboles. La calle que recibió su nombre se denominaba antes de este cambio, Calle del Hospital.

El tradicional Atrio de la Iglesia pasaría a denominarse Paseo del Marqués de(l) Vadillo, es decir, Francisco Javier González de Castejón y Elío, nacido en Pamplona en 1848. Fue ministro de Gracia y Justicia durante la regencia de María Cristina (1900-1901), cargo que volvería a repetir en el reinado de Alfonso XIII (entre 1913 y 1914). Vadillo era político y se jugaba la plaza en el distrito de Tudela, al que pertenecía Villafranca. Así que dio unos duros para el ensanchamiento y adecentamiento del paseo que lleva su nombre.

Fernando Calahorra, sacerdote y músico, benefactor de la villa, cuya desinteresada ayuda económica serían de gran apoyo para la creación del nuevo Hospital, daría nombre a la actual Plaza. El obispo de la diócesis, López de Mendoza, a pesar de ser uno de los que más contribuyó a erigir dicho hospital, no sería recordado con el nombre de una calle. Lógico, las 10.000 pesetas que entregó al municipio, lo serían como préstamo, cuyos intereses devengados aún coleaban de pagar durante la II República y años posteriores.

Con la llegada de la II República, varios nombres de sus calles sufrirían diversos cambios, algo que no había sucedido durante la Dictadura de Rivera. Ni siquiera el nombre del dictador se puso a ninguna calle. En cambio, en el tiempo republicano, la plaza Mayor se llamaría Plaza de la Constitución, la calle Carnicerías pasó a llamarse Libertad; la calle de la Estación, Fermín Galán; Crucero Estrecho, García Hernández; El Portillo o raso Marcelino, Plaza de la República; Crucero Ancho, Avenida del 14 de abril; y en 1935, la calle de los Muchos pasaría a denominase Pío Díaz, primer alcalde republicano de Jaca y presidente de la Federación de los Municipios españoles.

Con la llegada de los golpistas, el nuevo cambio político se traduciría en nuevos nombres para las calles: Carnicerías se denominó Conde Rodezno, eso sucedería en 1952, tras la muerte de este; Calle de la Estación recobraría su nombre y la avenida Carretera de la Estación se denominaría Avenida del Generalísimo y Crucero Ancho, General Mola; raso Marcelino, El Portillo, y Los Muchos volvieron a su anterior denominación.

Y, con la llegada de la democracia, los nombres de Rodezno, Mola y Franco desaparecieron, recuperando los nombres de Carnicerías, Crucero Ancho y la Carretera de la Estación pasaría a denominarse Miguel de Cervantes.

Durante la democracia, y en contra de la higiénica costumbre de no poner nombres de personas a las calles, aparecieron, entre otros, los de los Hermanos Sánchez y Ramona Barasoain, a quienes la mayoría de las personas aquí presentes conocimos. Maestros los tres. De los hermanos Sánchez, me refiero a Pelayo y Cándido, fueron en su juventud activos militantes políticos republicanos, y Ramona Barasoain, fue una conspicua franquista y defensora del Movimiento. En esta situación, muchas mujeres y maestras podrían haber optado a dicho honor, dado su compromiso inequívoco con la República, además de haber sufrido la brutal represión fascista y franquista: Micaela Santamaría, Basilia Casajús, mujer de Nicolás Jiménez, Carmen Bejarano, Felisa Irriguible esposa de Manuel Azcona, asesinado, Carmen Álvarez, hermana de Julia… Y ya no digamos los hermanos, ambos maestros, Sixto Alonso -asesinado- y Carlos, preso en el campo de concentración de Mauthausen. Y, ya puestos, haber dedicado una plaza o una calle a los asesinados en 1936 o a las mujeres que fueron humilladas cortándoles el pelo a raso en septiembre de ese mismo año el día 2.

Desgraciadamente, ni en el tiempo en que los socialistas con mayoría absoluta dirigieron el gobierno municipal se planteó siquiera dicha decisión. Menos aún, en las dos legislaturas de UPN. Es más. Cuando se propuso que la Plaza de la Juventud se conociera como Plaza Julia Álvarez Resano, uno de los argumentos en que se basó UPN para rechazar dicha moción fue que “en Villafranca no existían nombres de personajes ilustres en sus calles” y que, “puestos a echar mano de estos, ahí estaba el Conde de Rodezno, más ilustre que ninguno”.

Para situarnos en el contexto de la época, será preciso recordar que hace unos años visitabas una ciudad, paseabas por sus calles, leías sus nombres, contemplabas sus monumentos públicos y deducías, sin equivocarte en qué época estabas viviendo y quién mandaba en el municipio.

En Villafranca hasta que no llegó la democracia, las tres figuras más detestables del golpismo figuraban en su callejero: Franco, Mola y Conde de Rodezno. La calidad democrática institucional de un pueblo podía medirse leyendo el nombre de sus calles, contemplando sus monolitos y sus monumentos. Nombres, monolitos y monumentos eran un canto silencioso al golpismo protagonizado por Franco y sus militares perjuros.

Han sido muchos años padeciendo este baño pétreo, exaltación directa de la ideología-fascista y del nacionalcatolicismo contra el que no se ha podio hacer nada hasta bien entrada, pero muy entrada, la democracia. De hecho, durante la llamada transición democrática desde el poder político no se hizo absolutamente nada significativo en librar a las ciudades y pueblos de esta memoria sangrante.

Por tanto, dada esta persistencia ideológica glorificando golpistas, no negaré que haya personas que miren con cara de pocos amigos la plaza dedicada a Carmen Lafraya y la placa dedicada a las 35 mujeres a quienes les cortaron el pelo, renieguen de él. Ha sido una costumbre de ochenta años y no podremos evitar que haya gente que piense que se han colocado estos hitos únicamente para enredar y no tendrían inconveniente en levantar otro monolito dedicado a Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno, que, como me dijo uno, “bien lo merece por su historia”.

Caso de ser así, de dedicarle un monolito al conde, resultaría paradójico, toda vez que durante más de cuarenta años largos que duró el franquismo y, tras la muerte de Rodezno el 10 de agosto de 1952, no se llegó siquiera a hacer una propuesta municipal en esta dirección, para recordar al “hijo más ilustre” de la villa” -como dijo el primer Ayuntamiento fascista-, mucho más que Juan Vallés, también villafranqués, y tesorero de Navarra y secretario de nada más y nada menos que Carlos I de España y V de Alemania.

Hay que reconocer que los defensores de Rodezno no lo tendrían difícil a la hora de apelar su linaje ilustre, sus múltiples cargos políticos, e, incluso, su legado como escritor. El problema empezaría en cuanto hurgásemos en las ideas y valores en los que basó su andadura política, comenzada en 1904 y terminada en 1952, año en que murió. No estará mal recordarlo una vez más.  Rodezno fue enemigo de la Democracia, de la soberanía popular, de la separación Iglesia y Estado, de la libertad de expresión, de la coeducación, de la Constitución, del sistema parlamentario, del sufragio universal y del divorcio. Se implicó en el intento de golpe de estado de Sanjurjo en 1932, dinamitó la comisión de la Reforma Agraria y cofundó la Asociación de Terratenientes de Navarra con la intención de ningunear las reclamaciones de los jornaleros. Ostentó la cartera de Justicia durante el primer gabinete fascista en 1938, encargada de lo relativo a registros, notariado, prisiones y asuntos eclesiásticos. Modificó el Código Penal, reintegró en sus puestos a los antiguos jueces, se reconstruyeron los Registros de Propiedad, derogó las disposiciones relativas al matrimonio civil y condición de la mujer casada, y restauró la Compañía de Jesús. Cesó en el cargo en septiembre de 1939. Franco lo nombró Grande de España el 1 de octubre de 1952, dos meses después de su muerte, ocurrida en Villafranca. Durante el franquismo, Domínguez Arévalo pudo haber recibido el aplauso de sus paisanos en forma de monolito, pues representaba mejor que nadie los valores del nuevo régimen dictatorial. Pero no lo hizo. Actualmente, dedicarle un monolito o una plaza sería un baldón ignominioso, no para Domínguez Arévalo, sino para sus promotores que aseguran ser demócratas y constitucionalistas.

Cuestión clave del asunto.

La cuestión clave está en determinar qué valores vemos en la representación de estos monolitos, de estos monumentos, de los nombres de calles, jardines, locales e instituciones y demás espacios, tanto públicos como privados, dedicados a personajes o hechos de la historia. La clave está en aclarar a qué invitan a pensar y a actuar cuando uno lee el nombre de una calle o contempla un monolito o un edificio dedicado a alguien.

El Monolito del cementerio

Hasta el 7 de octubre de 2017, entrabas al cementerio y al fondo de su parte izquierda, se podía contemplar el monolito tal y como el Ayuntamiento de Villafranca dedicó “a los Caídos por Dios y por España y que aquí se reproduce.

En principio, la idea de su erección nació  en  diciembre de 1952, cuando Franco visitó Pamplona y el Monumento a los caídos en Pamplona, pero el proyecto de un nuevo Cementerio retardó su construcción hasta el 19 de junio de 1958. Y aun sería el 18 de octubre de este año cuando se bendijo su construcción y se hicieron los honores a los caídos que figuraban en el monolito.

El monolito fue instalado por decisión de un Ayuntamiento franquista y respondía únicamente a los deseos e ideas de la población que había ganado la guerra. La lista de los nombres esculpida en el monolito, dos bloques de piedra coronados por una cruz, estaba encabezada por el nombre de José Antonio Primo de Rivera y a continuación venían los nombres que el Ayuntamiento remitió a Diputación en 1946, añadiendo la de los hermanos Arévalo Escudero, Fermín de Saleta, J. R. Bobadilla y A. Castellanos Corbin.

Tras solicitarlo al Ayuntamiento  la Asociación de la Memoria Histórica, se borró de dicho monolito la apelación “Caídos por Dios y por España, el nombre de José Antonio y el grito de Presentes”, pero los nombres de esos caídos siguen aún esculpidos en la piedra.

El monolito ha sido el signo inequívoco de la permanente e injusta discriminación que los Ayuntamientos sucesivos de Villafranca han perpetrado contra la memoria de las familias de las víctimas republicanas, las cuales no recibieron siquiera el tratamiento de muertos, sino de desaparecidos, y esto ocurriría en 1941 para satisfacer el prurito burocrático de la Diputación franquista.

Nunca han tenido la consideración de muertos, sino de desaparecidos. Hasta el 15 de enero de 1979, fecha en que sus restos – de 25 entre 42 asesinados-, fueron depositados en el cementerio civil de Villfranca.

Nada tengo en contra de las personas que aparecen en el monolito franquista. Ojalá que nunca hubieran tenido la muerte que tuvieron. Lo que, sí, resulta lamentable y condenable es que el poder político instrumentara sus nombres para hacer apología y exaltación del golpismo militarista y de la apología de la guerra y del exterminio del enemigo, y no de la Constitución, ni de la Democracia, ni de las urnas, como instrumentos convenientes y únicos para acceder al poder político. Para colmo, utilizaba los conceptos de Dios y de España como justificación del golpismo y de la guerra, como si fueran de su propiedad exclusiva y excluente.

Para acabar con dicho agravio, sería conveniente completar el trabajo del borrón, es decir, hacer añicos cuanto antes dicho monolit0.

El Monumento a los Caídos

El monumento a los Caídos, construido en Pamplona, nunca fue inaugurado por Franco  aunque así quiso hacerlo ver la prensa de la época, Diario de Navarra y El Pensamiento Navarro, pero no hubo tal. Tanto es así que nunca ha sido inaugurado.

Aunque lo parezca, no es un monumento en recuerdo de los muertos pamploneses en el frente de combate, sino de todos los navarros. De todos los navarros que murieron en el frente de guerra formando parte del ejército rebelde y fascista. A todos ellos se los honró por haber ofrendado en holocausto su vida por la defensa de Dios y por España, y por la Cruzada. Franco vino a Pamplona el día 2 de de diciembre y pasaría en Navarra varias jornadas, visitando primero Javier   y echando una arenga el día 4 desde una plataforma junto monumento a los Caídos, todavía sin terminar.

La llegada del Dictador a Navarra hizo furor en los franquistas.

De hecho, el Ayuntamiento de Villafranca, presidido por Miguel Garrido Arrondo, celebraría una sesión extraordinaria el día 28 de noviembre, con un único punto del día para “adoptar el acuerdo en orden a la adhesión de Villafranca al homenaje que Navarra ha de rendir al Generalísimo con motivo de su visita para celebrar la clausura del IV Centenario de la muerte de san Francisco Javier”.

Acta municipal

“Es evidente el cariño que S. E. el Generalísimo Franco siente hacia Navarra, como lo demostró el año 1937, cuando vino a imponer a nuestro Escudo la Cruz Laureada de san Fernando, como premio al esfuerzo que nuestra provincia realizó en la Guerra de Liberación Nacional que el Generalísimo acaudilló; cariño que ahora reitera y recibiera al venir de nuevo a nuestra tierra a presidir los actos de clausura del IV Centenario de la muerte de aquel insigne navarro que tanas almas ganó para Dios Nuestro Señor, predicando el evangelio por las lejanas tierras de Oriente.

Es natural que Navarra se sienta conmovida en los días venideros con la presencia en nuestro suelo del ilustre soldado, bajo cuyo mando miles y miles de navarros hermanados con otros buenos españoles lucharon y vencieron en la guerra de liberación restaurando los sagrados ideales de Dios y de España hollados en muchas partes por las fuerzas del mal y del insigne Estadista que, después de ganar las batallas de la Paz contra todas las intrigas y obstáculos que desde fuera de nuestras fronteras se han maquinado todos los cuales han sido superados o están en vías de serlo.

Y, así como el Generalísimo Franco dijo en su discurso del 9 de noviembre de 1937 en Pamplona, en el concurso de provincias que rivalizaban por engrandecer a España le cabe a Navarra el honor y la flor, ahora en esta coyuntura que se nos presenta hemos de demostrarle que seguimos en las avanzadas de esa doble rivalidad por el engrandecimiento de la Patria y que son nuestros deseos superarlos en ese honor y en esa flor más bella y lozana que en 1937 si cabe en el mejor servicio de España y de su invicto caudillo.

Por todas esas razones y por otras innumerables más que es imposible recoger en la prosa fría de este acuerdo, propone el señor Alcalde se adopte acuerdo en que quede plasmada la satisfacción de esta corporación municipal por la visita de Su Excelencia el Generalísimo Franco a navarra.

La corporación municipal compenetrada plenamente con las manifestaciones del señor Alcalde las hace suyas y por unanimidad:

ACUERDA.

Primero. Ver con profunda satisfacción y verdadera simpatía la visita que con motivo de la cláusula (digo clausura) del IV Centenario de la muerte de San Francisco Javier va a realizar en Navarra durante los días 2 y siguientes del próximo mes de diciembre su excelencia el jefe del Estado español y Generalísimo de los Ejércitos nacionales excelentísimo señor don Francisco Franco y Bahamonde.

Segundo. Concurrir en cuerpo de Comunidad a los actos que se celebran en Pamplona con motivo de las estancias en Navarra de nuestro invicto caudillo

Tercero. Reiterarle una vez más la inquebrantable adhesión de esta villa y de su corporación municipal y los propósitos de seguir laborando desde el Ayuntamiento por una labor de engrandecimiento de Villafranca de Navarra y de España en el mejor y más leal servicio al Caudillo

Cuarto. Para el acto de recepción del caudillo y su distinguida esposa que se celebrará en Pamplona en la tarde del día 2 se designa una comisión integrada por el señor alcalde don Miguel Garrido Arrondo y los concejales don Antonio Moreno rota y don Julián Garrido Soret

Finalmente, se acuerda exhortar por todos los medios posibles al vecindario a fin de que en las memorables jornadas que se han de vivir durante estos días en Pamplona se procure acudir con el mayor número posible demostrando una vez más la inquebrantable adhesión de nuestro pueblo hacia el Generalísimo Franco.

Alcalde, Miguel Garrido. Concejales, Paulino Muñoz, José Ansó, Antonio Moreno, Jesús Arrondo, Julián Garrido”.

Un monumento apologia del golpismo

Sin lugar a dudas, el Monumento a los Caídos de Navarra es el más ofensivo de los existentes a la memoria histórica de las víctimas republicanas de la guerra. Es la exaltación por antonomasia del golpismo. Hoy se discute si se resignifica convirtiéndolo en un Centro de la Memoria o se destruye sin más ceremonias de la confusión. En este debate, se encuentra el Ayuntamiento de Pamplona y las fuerzas políticas del momento, además de la población civil, especialmente, las asociaciones de familiares asesinados que mantienen en vivo la memoria histórica de lo sucedido en 1936.

Tal y como se está llevando el debate no puede uno sino manifestar su perplejidad por dos razones fundamentales: Primera, la marginación a la que se ha sometido a los Ayuntamientos navarros en este asunto como si no tuvieran nada que decir. Más importante que su opinión ha sido la de distintos arquitectos y urbanistas autóctonos y foráneos para decir qué es lo que hay que hacer con el monumento. Lo mismo ha sucedido con las Asociaciones de los familiares asesinados en la guerra, a las que no se les ha preguntado su opinión. Segunda, el Ayuntamiento de Pamplona ha asumido la representación de gestionar las cuestiones derivadas de este asunto y no parece que haya consultado al resto de las corporaciones municipales de Navarra.

También, es justo decir que los Ayuntamientos no han mostrado ninguna iniciativa al respecto, pronunciándose en mociones sobre qué hacer con dicho monumento.

Recuerdo que cuando se inauguró, la mayoría de los Ayuntamientos navarros estuvieron presentes respaldando el discurso del Dictador Franco. Las protestas de algunos carlistas contra este fueron irrelevantes.

Y recuerdo, sobre todo, que “sobre los muros de piedra del monumento hay numerosísimas lápidas de mármol, en las que aparecen grabados los nombres y apellidos de todos los muertos navarros en la Cruzada de España, colocados por orden alfabético de apellidos, dentro de cada pueblo. A su vez, todos los pueblos de Navarra están grabados en mármol por orden alfabético”. 

Y que, además de la tumba de Mola, situada en el centro de la cripta, existen cinco panteones dedicados a las cinco Merindades históricas de Navarra: Olite-Tafalla, Pamplona, Estella, Sangüesa-Aoiz y Tudela. La sombra del Monumento a los Caídos es alargada y afecta a todos los municipios de Navarra. Deberían manifestar públicamente su actitud respecto a las posturas indicadas: demolición o resignificación del monumento.

Los Ayuntamientos no deberían mantenerse indiferentes ante el debate suscitado sobre la mayor construcción arquitectónica de Navarra -la segunda del Estado tras el Valle de los Caídos- que glorifica el golpismo y la barbarie; no en vano, responde a los deseos de unos militares golpistas, como Sanjurjo, Mola y Franco, quien en el decreto del 1 de abril de 1940, sobre la construcción del Valle de los Caídos, dejó dicho:

“La dimensión de nuestra Cruzada no puede quedar perpetuada por los sencillos monumentos con los que suelen conmemorarse en villas y ciudades. Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos para que las generaciones futuras rindan tributo de admiración a los héroes y mártires de la Cruzada”. Mártires de la Cruzada, que no de los muertos de ambos bandos, como suele decirse.

Rebobinando

Erigir un monolito en recuerdo de alguien no es un acto neutral. Tampoco lo es dedicar el nombre de una calle a una persona. Al hacerlo, nos posicionamos tanto ética como ideológicamente, poniendo en evidencia, tanto si se está favor como en contra, nuestra forma de comprender e interpretar la realidad del presente como del pasado.

Por eso, preguntaría: ¿desde qué ética de la convicción, basada en principios, se puede mantener la defensa de un edificio o de un monolito que glorifica y exalta formas políticas de actuación ilegales e injustas para hacerse con el poder como es el golpismo contra gobiernos legítimamente constituidos y elegidos por la soberanía popular? ¿Desde qué ética de la responsabilidad, de los hechos y de la actuación individual y colectiva, se puede defender el asesinato y el exterminio del considerado enemigo político para hacerse con el poder?

Si miramos el monolito dedicado a Carmen Lafraya, lo que vemos en él es la condena sin paliativos de cualquier forma de violencia ejercida contra seres indefensos. De ahí, la justificación ética y racional de su existencia. De ahí que nos merezca todo el respeto posible. Si miramos el monolito dedicado a los muertos por Dios y por la Patria, lo que vemos es la defensa del golpismo y de la guerra como formas naturales de hacerse con el poder en detrimento de las urnas y de la voz del pueblo.

De ahí que optemos por su demolición. No nos merece ningún respeto.

He dicho bien: respeto.

Es curioso que en inglés, francés y castellano la palabra proceda del latín, de respecere. Prefijo re (hacia atrás, de nuevo, intensivamente) y el verbo specere (mirar, contemplar, observar). Respectus: mirada atrás, atención intensa, consideración especial hacia uno y hacia los demás, dirigir reiteradamente la mirada, no perder de vista a uno y tenerle especial consideración. Quedémonos, pues, con el significado de “mirar atrás”, interpretado como “valorar la trayectoria o el pasado de alguien o de algo”, de ahí la expresión “tener respeto a alguien”.

La derecha de este país no ha respetado jamás a quienes sigue teniendo hoy como adversarios históricos por su condición de republicanos y caídos, en Navarra asesinados impunemente, en defensa de la II República. Nunca, la derecha los ha tenido como legítimos representantes políticos de una parte de la historia de este país. Siguen siendo escoria, es decir, rojos, comunistas y republicanos. Si se los asesinó fue porque eran cizaña.

Este es el quid de la cuestión. Y no creo que la memoria de la derecha cambie su chip mental en este aspecto. Sería reconocer su crimen. Y ella quiere reconciliarse con el olvido o con la memoria que justifique tales crímenes invocando las circunstancias y la ley de la equidistancia que en Navarra jamás existió.

En 2003, el Parlamento navarro votó una moción a favor de las víctimas del golpismo en Navarra. ¿Qué hizo la derecha? Abstenerse. El gobierno de M. Sanz argumentó que lo hizo para no coincidir en la votación con los malos de Bildu y los ataques a la Iglesia, como si esta hubiera sido una hermanita de la Caridad antes, durante y después de la guerra. Pura falacia.

La verdad es otra. La verdad es que los valores que representaban y siguen representando aquellos asesinados republicanos no encajan en las molleras de la derecha. De hecho, ¿cuándo, UPN, en solitario, al margen de los malos ha hecho una declaración como partido a favor de esas víctimas?

¿Y qué decir de ciertos militares estén o no en ejercicio? El artículo 21 de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, aprobadas por Real Decreto 96/2009 del 6 de febrero, da repelús, pues asegura: “Los miembros de las Fuerzas Armadas se sentirán herederos y depositarios de la tradición militar española. El homenaje a los héroes que la forjaron y a todos los que entregaron su vida por España es un deber de gratitud y un motivo de estímulo para la continuación de su obra.”

El problema es evidente. Dicha ordenanza no dice nada acerca de cómo y qué instrumentos utilizaron algunos militares para forjar esa España a la que alude, porque, si lo hicieron al estilo de Franco, de Mola y de Rodezno, no la queremos ni en pintura.

La razón del olvido por las víctimas

Eduardo Galeano cuenta en su libro El libro de los abrazos, que un día, buscando en la ciudad de Chicago algún monumento que recordase la masacre o revuelta de Haymarket del 4 de mayo de 1886, y que dio origen a la Fiesta del 1º de Mayo, comprobó que no existía ninguna estatua, ningún monolito, ni ninguna placa de hojalata o de bronce. Nada.

Preguntándose por la razón de tal olvido, dice Galeano que encontró la respuesta en un proverbio africano que dice así: “Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador”. Y así seguimos, frente a la amnesia uniformada del relato de las élites, escribiendo como podemos la memoria de los leones. Unas élites que, en ocasiones, reciben, desgraciadamente, el refrendo de socialistas de alcurnia como la A. Guerra, quien se lamentaba de que siguiéramos hablando de Franco y de boxear con fantasmas del pasado…

La verdad es que tiene razón. Solo se olvidó añadir que no seguiríamos boxeando con fantasmas -a veces, no tan fantasmas-, si él y González, cuando el PSOE era mayoría en el Congreso, hubieran hecho los pertinentes deberes profilácticos para conjurar la presencia de esa momia y de esos fantasmas…

 

 

 

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Marías y la crítica

 

 

La advertencia es de dos clásicos, Terencio y Horacio: “No se aprende de los elogios desmedidos de los amigos”. T. Bernhard, en su novela El malogrado, afirmaba que solo los tontos admiran, añadiendo que son idiotas, también, quienes babean por los aplausos recibidos. En la edad que precede a la madurez las alabanzas no nos hacen crecer intelectual y éticamente. Probablemente, nos dejen en el mismo dique del inmovilismo. ¿Cómo cambiar si lo que haces recibe el aplauso unánime de una claque entregada?

En Marías, los disparates gramaticales de su prosa -incipientes en sus primeras novelas-, seguro que hubiesen desaparecido siguiendo los consejos de sus más acerados críticos; sobre todo, de dos.

Uno, Ricardo Senabre, profesor y crítico que nunca apreció a Marías como escritor. Senabre pertenecía a la escuela crítica de Steiner, formada por quienes hacen lectura atenta con lapicero en mano. A Marías lo catalogó de “escritor de prestigio inflado”, en un tiempo en que cierta crítica lo presentaba como genio, al mismo nivel que Cervantes. Senabre consideraba que la escritura de Marías chirriaba por su desmesura y autocomplacencia lingüísticas. En ocasiones, le recomendó reprimir su euforia verbal, cortar su inclinación a escribir con frases confusas y desorientadoras, y rebajar la presencia de lucubraciones en sus novelas. Finalmente, le aconsejó imitar la sencillez cervantina, pero el de Chamberí desoyó al de Alcalá.

Otra leyenda se habría fraguado de Marías si hubiese aceptado del crítico-profesor sus consejos gratuitos. Pero no. Así que es fácil imaginar el cabreo del escritor viendo cómo Senabre aireaba en Abc frases impropias de quien como él iba para premio Nobel o, como dijo un crítico gilipollas, “a convertirse en la gran esperanza blanca de la literatura europea”.

El segundo crítico que más tiempo dedicó a Marías fue Manuel García Viñó. En el libelo La fiera literaria, García Viñó coleccionó para la posteridad una sustanciosa antología de disparates gramaticales del escritor. Dicha antología podría pasar como contribución de Marías a la mejora de la escritura de futuras generaciones. En ella, están la mayoría de las “incorreciones gramaticales” que un aspirante a escritor debería conocer para evitarlas.

Lamentablemente, Marías pasó de las advertencias de Senabre y de García Viñó.

Ello no ha impedido, paradójicamente, que su última novela, Berta Isla, recibiera el premio de la Crítica 2017, concedido por la Asociación Española de Críticos Literarios. Según el ponente del jurado, Pozuelo Yvancos, es una «novela de gran altura en el contexto de la narrativa europea”. Un juicio digno de un agrimensor, pero no sé si de crítico literario. Y, a propósito, ¿a qué “narrativa europea” se refiere el crítico? Nada dice de los autores que forman parte de ese contexto, ni con qué autores compara Pozuelo la altura literaria de Marías. Estaría bien poner ejemplos.

Se ha afirmado que Berta Isla es “la mejor novela publicada en España en 2017”, de ahí el premio. Su autor no solamente se lo cree, sino que sostiene que es un premio “de los que uno puede estar seguro de que no intervienen en él factores extraliterarios”, pues “los críticos españoles no se van a dejar influir por nada o nadie”. Tanta ingenuidad en escritor de mente tan retorcida enternece.

Por su parte, el jurado aseguró que se fijó “únicamente” en valores literarios para premiar Berta Isla como la mejor novela de 2017. Ante esta afirmación, me pregunto si las imperfecciones gramaticales, que señalaron Senabre y García Viñó en las novelas de Marías y que se reproducen con igual prodigalidad en Berta Isla, no merman esos valores literarios.

Precisemos. Si se acepta que una novela es mala, solo porque presenta incorrecciones gramaticales, la conclusión sería devastadora: no se libraría de la hoguera ni Cervantes. Lo habitual es decir que en cualquier novela existen imperfecciones. Por eso, lo que más molesta en este campo es la parcialidad de ciertos críticos, quienes ante estos “disparates” no mantienen un criterio uniforme de desagrado. Se fustigan según quién los patente.

En el fondo de la cuestión, el problema, no solo es procedimental, sino, también, conceptual. ¿Cómo se establece la identidad formal del escritor? ¿En qué nos basamos para determinarla? El respeto a las normas de la gramática y a las constantes del estilo, ¿es decisivo en dicha identidad? Dicho de otro modo: ¿cuáles serían las valencias literarias que aseguran el valor de una novela? Henry James decía en La figura de la alfombra que lo importante era la “sensación de totalidad”. Pero se trataría más bien de una petición de principio al no concretarse qué valores producen esa sensación, caso de que existan o solo está en la percepción del lector.

Sea como sea, lo cierto es que cada novela de Marías ocasiona este tipo de rifirrafes dialécticos y la pregunta se hace engorrosa: ¿En qué medida la presencia de sus incorrecciones gramaticales devalúa su escritura? No lo sé, pero Berta Isla, como novela, no fracasa por esas incorrecciones, sino por otras razones, derivadas de la inconsistencia de la voz del narrador, de la deficiente caracterización de la protagonista y de una trama, que se pretende compleja, pero es un más que tanto predecible, aparte de las “morcillas digresivas” introducidas con fórceps en el relato, que no añaden nada a la comprensión de la intimidad de Berta y solo producen bostezo y aburrimiento.

En cuanto a las relaciones tortuosas de Marías con la Gramática, digamos que no son todavía un problema de Estado, pero sí motivo de preocupación para sus lectores, a quienes el escritor ha tenido el detalle de responderles, educada actitud que no mostró hacia Senabre, ni G. Viñó cuando estos vivían.

Y lo ha hecho para decir que él no es responsable de ellas, sino “percepciones falsas” de ciertos lectores. A estos lectores les ha explicado que el malentendido está “en la diferencia entre el acusativo y el dativo”, difícil de distinguir; además de “recordarles que el narrador en primera persona es un personaje como los demás, susceptible de desconocer datos y tener lagunas”. Sinceramente, no imagino a Marías dando estas explicaciones de sus hipotéticos errores gramaticales a Senabre y García Viñó. ¿El dativo y el acusativo? ¡Anda ya!

Claro que no se sabe bien qué humorada es más infantil, si culpar a los lectores que no saben latín e ignoran la tipología de narradores existentes, o hacer como Savater que considera que Marías “utiliza una sintaxis heterodoxa y chocante”-¡bien por el eufemismo!-, y quienes la critican, no es porque ignoren el acusativo y el dativo de rosa, rosae, ni la diversidad de narradores, sino, porque es “gente malencarada, secta de justicieros literarios, perdonavidas y torpe jauría de pedantes”.

¡Jodo petaca! Si a unos don nadie Savater pone a horcajadas de asno por mostrar con ejemplos las incorrecciones gramaticales presentes en las novelas de Marías, ¿qué injurias dirá, entonces, contra quienes se atrevan a proclamar que él como novelista es una mierda a pesar de haber ganado un Planeta acordado? Supongo que guardará prudente silencio y encargará su apología a Marías.

 

 

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El sistema educativo es un asco

Un síntoma de que el sistema educativo no funciona es la forma en que tienen los ministerios de Educación, uno tras otro, sea cual sea su signo ideológico, de afrontar los problemas generales de la sociedad. Digo bien. Los problemas generales de la sociedad, que no los derivados específicamente del sistema educativo relativos, ante todo, al profesorado y al alumnado, y, luego, a cuestiones de índole infraestructura, programas, currículum, metodologías, investigación, formación del profesorado, participación de la ciudadanía y gestión educativa y laboral.

¿Han oído ustedes, en algún momento al ministro actual, Méndez Vigo, IX barón de Claret, hablar de estas cuestiones? Seguro que no. Sí lo habrán escuchado deshaciéndose en elogios hacia ese engendro legislativo llamado LOMCE; y, en especial, defendiendo la aplicación de su articulado para salvaguardar la enseñanza del castellano en las escuelas de Cataluña.

 

Una de las obsesiones de los Ministerios de Educación que se han prodigado desde 1978, ha sido su obsesión por convertir la escuela en la panacea de los descalabros que ha padecido la sociedad. Históricamente, la instrumentación del sistema educativo ha sido una constante obscenidad. Aunque los gobernantes coyunturales no se declaren marxistas leninistas, actúan como tales, pues sueñan con la falacia de que quien domina el sistema educativo, domina la sociedad. De ahí su perversa habilidad para hacer que el sistema educativo no funcione de ninguna manera posible.

Parece hasta mentira que gente tan preparada y con tantos másteres en su haber caigan con tanta facilidad en la trampa de este espejismo, el de pensar que la escuela solucionará los problemas que produce la sociedad.

A cada Ministerio ocasional se le ve el plumero de su ideología en cuanto se dedica a este afán. Ejemplos de esta actitud conductista los hay a patadas, pero no busquen voces ministeriales que propugnen asignaturas o unidades didácticas que traten, pongo por caso, el suicidio o la eutanasia en el currículum escolar, porque no las encontrarán.

Hace unos años, cuando la estadística de accidentes y muertos en las carreteras era muy superior a los que producía ETA, desde el Ministerio de Educación se clamó por integrar en la red escolar unidades didácticas para que los niños recibieran Educación Vial. ¿Resultado? Después de que estos niños se convirtieran en padres de familia, las estadísticas de muertos en las carreteras siguen en piñón fijo.

Cuando la educación sexual de los adultos comenzó a manifestarse por su lado más cruel y negativo -muertes por sida, embarazos no deseados y abortos clandestinos por falta de una legislación sensata y respetuosa con las mujeres, además de otras perentorias necesidades y negruras-, lo más inminente consistió en que el sistema educativo asumiera la educación sexual de los niños para que, cuando crecieran, no sufrieran las intermitencias que habían padecido sus papás. Vano intento, porque, además de contar con la oposición de la Iglesia como de la derecha para que se impartieran dichas unidades didácticas, el panorama, caso de que el sexo informado y responsable hubiese entrado en las aulas, apenas habría cambiado.

Cuando expertos cocineros comenzaron a hablar como gastrósofos y sentenciaron que en el comer bien estaba la clave de la salud integral del ser humano y que en España se comía muy mal, no tardaron en elevarse voces pidiendo al Ministerio de Educación que le echara güevos al asunto y estableciera una asignatura relativa a educar el cerebro alimentario de los niños para saber de qué iba eso de una dieta equilibrada, independientemente de si en sus casas este alumnado podía acceder a consumir ese sibaritismo batido de proteínas, calorías e hidratos.

Educación vial, educación sexual y educación alimentaria. Y, finalmente, toda una asignatura optativa: “Educación para la ciudadanía”, vilipendiada por la derecha hasta la intemerata.

En fin. Cuatro propósitos que se sucedieron durante el mandato socialista. Curiosa constatación, porque hasta en este asunto las diferencias de talante entre el PP y el PSOE son cualitativas. Veamos.

Con el PP en el gobierno, estas asignaturas paralelas se han multiplicado en la dirección de su política autoritaria, que concibe la sociedad como un cuartel y a la que, si no aplica el 155 de forma general, es porque ya tiene la Ley Mordaza. El gobierno de Rajoy no tiene ninguna vergüenza en mostrar dicho carácter, importándole un pimiento si desnaturaliza por completo la función de la formación científica que debe acompañar a un sistema educativo, al margen de los demonios particulares, derivados de una concepción trasnochada del Estado de Derecho y, ya no digamos, azuzados por un desprecio sin fisuras por la democracia y el respeto a la pluralidad ciudadana.

Fieles a este espíritu de combate, los Ministerios de Educación y de Interior, junto con asociaciones de Víctimas del Terrorismo, han elaborado una unidad didáctica titulada “El Terrorismo en España” y que pretende enseñar al alumnado en qué consiste dicho fenómeno y cuáles han sido sus efectos, directos e indirectos, como los impuestos, desde los años sesenta. Es el colmo de los disparates. No por la elaboración de una unidad didáctica externa a los fines intrínsecos de la formación científica. Extrañaría que no lo hicieran. Lo llamativo es que su elaboración no haya corrido exclusivamente a cargo de Técnicos de Educación, y que haya hecho en colaboración con el Ministerio del Interior y las víctimas del terrorismo, expertas suponemos en didáctica y en pedagogía activas.

Seguro que si este Ministerio de Educación aunque adornado con otra naturaleza ideológica, la socialista por ejemplo, hubiese elaborado una unidad didáctica sobre las víctimas del franquismo, el follón armado habría sido monumental. Idéntico zafarrancho se habría armado caso de haberse pergeñado una unidad didáctica sobre la Ley de la Memoria Histórica.

Dada la actual correlación de fuerzas políticas, esa unidad sobre El terrorismo circulará inicialmente este curso en colegios de Madrid, La Rioja, Castilla y León. Su objetivo busca “inculcar a los alumnos de 4º de la ESO valores como la solidaridad con las víctimas, la injusticia de la violencia o la educación en la paz”.

Uno se pregunta si no hubiera sido mucho mejor y más respetuoso expulsar de las escuelas y de los institutos aquellos libros de Historia o de Ciencias Sociales que en sus páginas siguen haciendo apología de la Guerra y de la violencia extrema como la gran partera necesaria de la Historia y elevando a sus líderes como sus únicos y grandes protagonistas.

Más todavía. El Ministerio de Defensa y el de Educación han elaborado al alimón una asignatura optativa para que “los niños de Primaria conozcan el Ejército de su país e interioricen los valores constitucionales”, según se explica en la introducción.

Impresiona y da miedo, al mismo tiempo, la confianza que demuestran estas autoridades en el desarrollo del pensamiento hipotético-deductivo de unos niños de Primaria, los cuales, apenas han superado el nivel de operaciones del pensamiento concreto, como enseñó el psicólogo Piaget. Aun así se pretende que interioricen “valores constitucionales”. Alguno dirá que, si se les mete con calzador a esa edad el misterio de la Santísima Trinidad, mucho más fácil será interiorizar un valor constitucional en las cisuras.

En serio ¿No existe otro referente existencial más adecuado para interiorizar valores constitucionales que conocer el funcionamiento (¿?) del Ejército? Con el PP, asociar Ejército y Constitución es un oxímoron, una incompatibilidad mayúscula, sobre todo si recordamos que la titular del Ministerio del Ejército se salta a la torera la aconfesionalidad del Estado que marca la Constitución y obliga a los estamentos militares a conmemorar la muerte de Cristo en semana Santa con una bajada de banderas en todos los cuarteles.

No solo es increíble el desprecio que demuestra el PP hacia la naturaleza y función formativa de lo que debe ser una enseñanza y formación científica, que es la fuente primordial para interiorizar valores universales, sino que causa pavor que el resto de las fuerzas políticas y sociales consienta tales despropósitos.

El PP, no solamente se ha cargado el objetivo de desarrollar en el sistema educativo el pensamiento individual, creativo y crítico, despreciando y marginando asignaturas como filosofía o literatura, sistemáticamente olvidadas en los currículos que vienen de Bolonia, sino que, para mayor vilipendio de la inteligencia, pretende llenar este vacío diseñando unidades didácticas “para educar en valores”, donde lo único que se exalta es el Ejército, la Patria y la Seguridad… tal y como las entiende el pensamiento único pepero.

Estamos ante un delirio no militar, sino militarista. Y quien quiera comprobar este desatino, lo tiene muy fácil entrando en la web de ambos ministerios.

Si, usted, entra por esa puerta, saldrá diciendo: “¡No puede ser!”. Desgraciadamente, lo es. Y ya va siendo hora de que no lo sea.

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Como dijo Labordeta, “Srs. del PP, ¡váyanse a la mierda!”

Decir las cosas con educación no sirve más que para eso, para mostrar que una persona sabe comportarse según las normas de urbanidad convenidas socialmente. Poco más. Porque, cuanta más educación y buenas formas muestres ante los poderosos, menos caso te harán. Se preguntarán qué es lo que buscas. Exigir buena educación y buenas formas a los demás es muy fácil cuando se está encaramado en la percha del poder. Vale. Seamos educados. Pero, ¿qué hacer cuando nada de lo que pides lo consigues siendo más finolis que un mayordomo o lacayo de palacio? Por regla particular, la gente que está en el poder es la que exige buena educación y cumplimiento taxativo de las leyes, pero en la práctica es este personal quien más se salta las normas de urbanidad y de buena educación. En este contexto, mi tesis es que el Gobierno del PP ha creado tal situación de malestar social que la única educación formal que queda a la ciudadanía es decirle, al estilo Labordeta, “iros a la mierda”. Para más inri, sus representantes en las instituciones públicas tienen una habilidad pasmosa para decir aquello que más puede molestar a quienes peor lo están pasando por culpa de la política económica y social del gobierno pepero. De verdad. ¿Dónde elige el PP a esta cuadrilla de lenguaraces sujetos que, cada vez que abren el pico, insultan a media sociedad? ¿En un arroyo?

Hace años asistimos atónitos al “que se jodan” de la hija del corrupto Zafra.

Ahora, al “os jodéis” de la Secretaria de Comunicación de Moncloa, Carmen Martínez Castro. ¡Ni que se hubieran pasado la vida cantando dicha jota!

Y esta gente es la que pide al resto del mundo que sean educados, respeten las leyes, guarden las formalidades del decoro y no crucen la línea del linchamiento público sea mediante un escrache o una acción puramente verbal. La madre que los p… por ejemplo.

Parecen estar opositando a cuál la dice más gorda, para, a continuación, presentar disculpas, pedir perdón, no se sabe si a todos, parcialmente o colateralmente, con carácter retroactivo o en diferido. Hacen como la reina de corazones de Alicia en el País de las maravillas. Primero te la clavan y, luego, te ponen la tirita.
A propósito de pedir perdón y presentar disculpas. ¿Alguien las ha visto salir de la boquita de fresa de Cifuentes? La masterizada de aquella manera se ha ido tan campante. Ni ha presentado excusas por haberla hecho así de gorda y, sobre todo, por tener a la comunidad de Madrid y a toda España pendiente de su egolatría, digna de una bruja especular de cuento gótico de hadas. Y para que nos enterásemos de que el máster y su perfomance le importaba un rábano se ha ido ricamente a turistear con sus hijos por Europa. ¡Qué felicidad! Igualico que cualquier ciudadano de a pie y de metro diario. Da gusto contemplar cómo afrontan las clases adineradas los problemas con que la vida tiene a bien darles de vez en cuando algún susto. Sin ningún pudor, sin ninguna modestia, sin ninguna vergüenza, aparecen sonrientes posando en los mejores hoteles, en las mejores playas del mundo y en las mejores terrazas. Hay que reconocer que tienen aguante ante las adversidades y no como esos pobres desahuciados que, a la primera de cambio, son capaces, incluso, de suicidarse.

En serio. ¿Cómo quiere esta clase política que la sociedad sienta empatía con ella si su comportamiento faltón público solo pide que se les linche públicamente? Naturalmente que tienen derecho a hacer con su dinero lo que les dé la realísima gana, pero, ¿qué les voy a decir que ya no sepan?, a mí me reconcome saber que ese dinero con el que subliman y apaciguan su gran sufrimiento procede de las arcas públicas. No puedo evitarlo.

El desprecio que estos dirigentes del PP sienten a todo lo que sea Servicio Público es indignante. Y no cesan en su avasallamiento privatizador. Cada día que pasa, los periódicos anuncian una nueva pedregada contra el tejado de lo público. La penúltima humillación perpetrada contra lo público, que es lo mismo que decir contra el basamento de la democracia, la ha protagonizado Montoro, ministro de Hacienda y Función Pública, lo que tiene todavía mayor recochineo. ¿Cómo puede llamarse este ministerio de este ignominioso modo? Montoro defiende la res pública como yo al nuncio del Papa en asuntos de inmatriculación fraudulenta de iglesias de titularidad públicos.

Hace unos días, Montoro negó que “en los informativos de RTVE no existe manipulación alguna”, recomendando al senador socialista Óscar López que, “si no le gustan los informativos de la corporación pública, cambie de canal, porque hay muchos». Seguro que sin saberlo, Montoro recordó, aunque por motivos y razones contrarias, al gran Mariano José de Larra cuando, al hablar de la libertad de cultos en su época, afirmaba: “¿Quién dice que en la España de hoy no hay libertad de cultos? La gente puede ir a misa nueve, a misa diez, a misa once y a misa doce… y, si lo desean, a misa de tarde, de vísperas y de noche. Hasta ahí es a donde llega la libertad de cultos en la España de hoy?”.

El ministro sabe que RTVE es una corporación, pero que de pública tiene bien poco. Aunque pagada por todos los españoles, al ministro le importa un güevo tal evidencia. El, mejor que nadie sabe que, al utilizar un medio público estatal para provecho particular de su partido y su clientela, está cometiendo un delito de malversación de fondos, porque se trata de un medio público sostenido por el erario. En el fondo más superficial, estamos ante un uso y abuso del dinero público para utilidades particulares. Un detraimiento que bien pudiera ser un delito que los jueces -Llerena absténgase-, deberían estudiar. Lamentablemente, llueve sobre mojado.

Porque el desprecio por lo público es seña de identidad de la marca PP. Y Montoro, como el resto de sus conmilitones de gabinete, se pasa por el arco de su oportunismo político la pluralidad ciudadana, importándole cero si lo que hace va dirigido contra la línea de flotación de los intereses que él, como ministro de un Gobierno, debería mimar y defender. Montoro debe de pensar que, si el ente público en materia de pluralidad religiosa conculca el carácter aconfesional del Estado una y otra vez, emitiendo misas y rosarios, ¿por qué no se puede hacer lo mismo en materia informativa? Para Montoro y para el PP, que su Gobierno haya hecho de la televisión pública su Boletín Oficial -siguiendo la estela fascista de Franco con periódicos, radio y televisión estatales-, no es ningún problema, ni ningún atentado contra la separación de poderes -pero, ¿qué dice, usted?-, ni contra la más elemental deontología profesional periodística. Así que no me extraña la cara de sonámbulo que puso el senador socialista Oscar López cuando escuchó la respuesta anterior de Montoro. Lo que no entiendo es que, dado el cinismo en que habitualmente chapotea este ministro, no añadiese: “¿Que los servicios informativos de RTVE están al servicio del Gobierno? Pues claro. Es lo habitual, ¿no? Además, ¿ve, usted, alguna diferencia entre RTVE y el resto de los canales en cuanto a materia informativa se refiere?”.

Terrible insinuación. Porque, si, por un lado, RTVE defiende sin complejos y con absoluta impunidad la política del Gobierno, habrá que convenir que el resto de los canales no se caracterizan, precisamente, por su crítica informativa a la política gubernamental. Así que, visto el panorama, será mejor que no nos pidan ni buena educación, ni buenas formas, porque, caso de que esto ocurra, los mandaremos a la mierda. Al fin y al cabo, si algunos dirigentes del PP desean que nos jodamos en nuestras desgracias individuales y colectivas, ¿por qué no habremos de mandarlos a la mierda una y las veces que hagan falta?

Seguro que Labordeta estaría completamente de acuerdo.

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