El paraíso fiscal del Ministro de Justicia


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Sorprendente la declaración del ministro de Justicia en funciones acerca de los paraísos fiscales de Panamá. Aseguraba el ministro Catalá que tales paraísos fiscales no eran ni paraísos, ni fiscales. Porque, según su opinión, en Panamá no puede haberlos “ya que en esta parte del mundo tienen una cultura fiscal distinta a la de los españoles”.

Así cualquiera. ¡Ah, la cultura fiscal! La verdad es que uno no llega a imaginarse en qué, coño, estará pensando este ministro cuando habla de la cultura que tienen los panameños y los españoles de lo fiscal. Me da que, tanto allí como acá, dicha cultura empieza y termina en cómo escaquearse de pagar los impuestos que nos corresponde apoquinar al fisco en función de los ingresos obtenidos. Y que, tanto en Panamá como en Bermeo, a quienes realizan tales prácticas ilegales reciben un punterazo donde más les duele. Y que en ambas latitudes quienes se mueven en estas ilegalidades hacen todos los posibles para que las autoridades correspondientes no los pillen in fraganti. ¿O, acaso, quiere decirnos el ministro que allá en Panamá defraudar a Hacienda no es delito por aquello de que tienen una cultura fiscal diferente?

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El hecho de que Panamá fuera excluida de la lista negra de paraísos fiscales elaborada por el el GAFI –por poco sale Gafe-, es decir, Grupo de Acción Financiera contra el Lavado de Dinero, no significa que en ese país no existan organizaciones legales que legitimen capitales y patrimonios de un modo tramposo y criminal. Y que al hacerlo se estén forrando de un modo fraudulento, tanto o más como quienes depositan en sus despachos un patrimonio no declarado en su país de origen.

Supongamos por un momento que el ministro tiene razón y que esa cultura fiscal diferenciada existe entre Panamá y España, y que la mayoría de los mortales la ignorábamos por más que tener o no tener cultura alguna, ni fiscal, ni idiota. He conocido en mi vida a algunos panameños y jamás los he visto que aplaudan el fraude y la evasión fiscal como cualidades del inversor inteligente y pragmático. Más bien, todo lo contrario. Aquí, que se sepa, la mayoría de los ciudadanos ven con muy mala baba que los ricos engañen a Hacienda y no puedan hacerlo, también, los pobres o menos pudientes. Lo mismo que en Panamá. Es una de las cualidades que falta desarrollar al sistema democrático en donde vivimos. Cuando se consiga, entonces seremos iguales ante Hacienda y la ley nos juzgará como a los grandes corruptos que a los cuatro días de meterlos en la cárcel les dan el tercer grado.

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En algún caso, si el juicio del ministro fuese cierto, no se entendería el apresuramiento del ministro Soria, de Blesa, de los hermanos Almodóvar, Messi, la Borbón, Jackie Chan, Putin, Macri,  Platini, Cameron y su padre, y de los que irán emergiendo en los papeles panameños, en desmentir la información que afirmaba su connivencia con dichos paraísos fiscales. ¿A qué viene tanta prisa en negar un hecho si no connota ningún delito? Dada la caracterización cultural del paraíso fiscal de Panamá hecha por Catalá, lo lógico hubiera sido que tanto Soria como el resto de esta cofradía dieran un paso al frente y dijeran con total desparpajo y parsimonia: “Sí, es verdad, tengo cuentas offshore en Panamá por valor de no sé cuantos millones de euros, ¿pasa algo?”. Pero no. Todos y cada uno de los que se han ido nombrando en esa lista han reaccionado del mismo modo que quien es cogido in fraganti cometiendo una fechoría: “No es lo que parece”.

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Lo que sí parece evidente es el relativismo económico y fiscal del ministro en funciones. Lo que no se explica es por qué este tipo de relativismo fiscal que sirve tan bien para eximir de toda culpa a su compañero de gabinete, no lo aplica a otras parcelas de la realidad.

Si una cultura fiscal distinta justifica una ilegalidad económica, también, se podría argumentar que quienes practican la ablación del clítoris lo hacen porque tienen una cultura sexual distinta. Así que no sé por qué aquí en Occidente nos escandalizamos por ello y no lo consideramos como una consecuencia directa de una aberración cultural y antropológica. Es cuando menos sorprendente que un líder del PP, y además ministro de Justicia, pueda mantener un pensamiento basado en el relativismo cultural, cuando pertenece a un partido en el que solamente existen absolutos de toda índole. El ministro Montoro debería darle a este Catalá un tirón de orejas, además de una lección gratuita, libre de impuestos, acerca de lo que significa evadir capitales y escaquearse de pagar los impuestos que le corresponden a uno. Hacerle ver que cuando no se tributa a Hacienda en función de lo que uno gana y tiene, no vale cultura fiscal alguna como eximente, sea esta una cultura panameña o congoleña. soriaycatalá

Una declaración como la de Catalá debería analizarla algún juez para ver si en dichos significantes no se está incitando al ciudadano a llevarse sus dineros a Panamá o a las islas Cocodrilo. Si en otras parcelas de la vida política y social existen jueces que se dedican a escanear una frase con la minuciosidad de un tomólogo, para ver si en ella se ha colado cualquier incitación al odio, al desprecio de los discapacitados y de las víctimas del propio campo dialéctico; en fin, obsesionados por descubrir en esta o aquella performance un delito por falta de respeto al sentimiento religioso de los de siempre, ¿por qué la frase de Catalá, que es una clara incitación a pasar de pagar impuestos amparándose en el peregrino argumento de que todo es cuestión de una cultura fiscal relativa, no es motivo de enjuiciamiento criminal? ¿Por qué el poder judicial se inhibe de tomar medidas cautelares contra este tipo de declaraciones? ¿Porque las dice un ministro, y, además, de Justicia? Nadie, aunque sea ministro, está libre de decir melonadas.

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La impunidad verbal que gozan ciertos prebostes políticos no va pareja con la de la ciudadanía. A esta, sobre todo si está caracterizada políticamente en las antípodas del poder, se la repasa de arriba abajo. Se analizan hasta sus estornudos.

Panamá es un paraíso fiscal como la copa de un pino, a pesar de lo que diga el Gafe de turno o el Gafi de rigor. Y, probablemente, uno de los países más democráticos del mundo. Pero no porque su régimen político sea una delicia, sino por otra razón menos sublime. Quién nos iba a decir a nosotros que Panamá fuera a dar cobijo a tanto cabrón y sinvergüenza y que, además, fueran personajes de todo pelaje y camisón, monárquicos, liberales, socialistas, de izquierdas y de derechas, del centro y del exterior, banqueros, artistas, futbolistas, cineastas… Nunca hubiéramos pensado que el delito fuese capaz de establecer tantos lazos de unión y de afinidad. Sabíamos que las derechas han sido mucho más corruptas que las izquierdas, pero parece que vamos a tener que dejar el tópico en la estacada. El esfuerzo de emulación, que están llevando a cabo las izquierdas por parecerse cada vez a las derechas en el cultivo de sus más depravados vicios, ha sido ingente en estos últimos años.

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Balzac decía que detrás de cada fortuna hay un delito.  ¿Y una cultura fiscal diferente? No. Se trataría de la misma cultura fiscal de toda la vida que hunde sus raíces en la picaresca, en el hampa y en la mafia. Es decir, delito y crimen.

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