Victor Moreno. Oficio triste

escritorEntiendo que el oficio de crítico literario tenga que ser tan triste como estresante. Es necesario leer tanto para encontrar tan poco bueno que, al final del viaje, uno se pregunta si merece la pena ejercer dicho oficio y beneficio.

A mí no me extraña que algunos de ellos escriban tan mal sus reseñas. Los modelos textuales que podrían imitar son tan nefastos como sus censuras.

Ni la literatura mejora la crítica; ni ésta la literatura.

A Marías le han dicho mil veces que su sintaxis se ahoga en la ambigüedad y, ahí sigue impávido, consumiendo anacolutos hasta asfixiarse.

Y a los críticos se les ha recriminado mil veces que sus reseñas están llenas de tópicos y de adjetivación tan huera como insensata que han terminado por tomarse tal acusación como alabanza.

A puro de ser bondadoso, el crítico cede y lo que juzga como bodrios, termina tratándolos como novelas pasables, más o menos interesantes, y que él, por supuesto, las ha leído de un tirón. Claro. Para quitársela de encima cuanto antes. ¿Qué pensaba, pues, el autor cuando leía este tópico?

Es uno de los espectáculos tristes de la crítica. Ver sus nulos esfuerzos de adjetivación para justificar la bondad de las novelas que dice leer, intentando hacerlas pasar por legibles cuando sabe que no lo son.

Lo mismo sucede con los premios que se conceden. A los jurados les cuesta dos hernias mentales encontrar razones específicas para otorgarlos.

Lo que han dicho de Matute, a propósito del premio Cervantes, lo han dicho tantas veces de otros escritores que da grima detenerse a repasar justificaciones tan horteras.

El problema es que hasta los premiados se expresan como si fuesen críticos. Al final, sólo dicen algo nuevo los que rechazan los premios, sean de la naturaleza que sean.

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